viernes, 21 de noviembre de 2025

Desmoronarse porque sí.


I.

Esa tarde nos dedicamos a apilar arena hasta que esta se desmoronaba.

Toda la tarde, de hecho, estuvimos en eso.

Movíamos arena, la apilábamos en montones, y luego observábamos cómo estos se desmoronaban.

No por completo, ciertamente, pero es lo que hacían.

Quedaban como pequeños cerros que tendían hacia lo plano, me refiero, con una ligera cumbre.

Seguimos así por horas, pensando que tarde o temprano aquellos cerros tenían que crecer, pero finalmente no lo logramos.

O prácticamente, al menos, no lo hicimos.


II.

Esa misma noche, todavía pensando en lo ocurrido con la arena, me puse a investigar.

Y no me refiero simplemente a las respuestas de IA que señalan como solución, la presencia de un aglutinante.

Lo que hice fue buscar experimentos de base matemática para comprender por qué estas pequeñas partículas angulares solo se afectan por la gravedad o la fricción, pero son incapaces de asociarse –físicamente- con otras.

Es decir, por qué no parecen reconocer nada más, que lo que le afecta a sí mismas.


III.

Tiempo perdido.

De hecho, tuve que perder más aun explicando con qué sentido había utilizado el verbo reconocer, al referirme a las partículas de arena.

Así, como era de esperarse, los intentos realizados parecieron reunirse en una única frase:

Todo se desmorona.

Y uno, por supuesto, debió aceptarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales