miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pies.

“¿Y la verdad?
¿Se vive o se comprende?”

Estaba observando mis zapatos
a un costado de la cama,
cuando de pronto me doy cuenta
que dentro de ellos están mis pies.

Lo deduje casi de inmediato
y luego lo comprobé
mirando aquellos pies,
con detención.

Aproveché entonces la facilidad
para lavarlos detenidamente
y cortar las uñas,
con precisión.

Luego los miré largo rato
hasta que perdieron significado.

No sé cuánto tiempo pasó
si soy sincero,
pero lo cierto es que los pies
parecieron vaciarse
y no hubo diferencia entonces
entre ellos
y los otros objetos
dispersos sobre el escritorio.

La sensación era extraña.

De hecho,
hoy pienso que debo haber envejecido
viendo esos pies
sobre el escritorio.

No de forma concreta,
por supuesto,
pero sé que igualmente envejecí
de alguna forma.

Y es que todo aquí
existe –y envejece-,
en base a sensaciones.

Quise entonces tomar los pies
y acunarlos incluso,
como si fuesen hijos.

Lamentablemente,
todo intento resultó patético,
y es que, de hecho,
no eran hijos,
e incluso como pies,
ya habían perdido
todo significado.

Quizá por eso,
me dediqué mejor a olvidar
esos pies.

Así, por último,
los deposité nuevamente
al interior de los zapatos
y los dejé
nuevamente
a un costado de la cama.

Cada vez, sin embargo,
quedaba menos tiempo.

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