lunes, 2 de noviembre de 2015

¿De qué nos sirve?

“Así, el teléfono puede servirnos
para comunicarnos a distancia
con la mujer amada.
Pero ésta, ¿para qué nos sirve?”
M. de U.


No sé de qué nos sirve.

Y no hablo solo de la mujer amada, del epígrafe.

Hablo más bien de todo esto que no se deja atrapar
bajo el concepto de medio o instrumento.

Las cosas mismas, entonces.

Los seres mismos, incluso.

Aunque claro, a veces los seres
actúan también como medios.

Sustantivos que se vuelven nexos, si se quiere.

Puede ser.

Pero excluyan, esta vez, esos seres.

Ese no es el punto.

Y es que lo que no entiendo, en definitiva,
son los seres como extremos.

Los seres como fines.

Cosas mismas, incluso, como extremos.

El camino para la vida eterna, digamos.

Vale el camino, me refiero.

Pero, ¿para qué la vida eterna?

Cambien ustedes si quieren las fórmulas.

Sustituyan y vayan si quieren a lo más cotidiano.

Los alimentos para crecer, por ejemplo.

Valen los alimentos, admito.

Pero, ¿para qué crecer?
Eso es lo que no entiendo.

Que la utilidad y el sentido de las cosas
exista en todo aquello
que no es extremo,
me refiero.

O en otras palabras,
¿no les suena extraño
que el sentido y utilidad exista
exclusivamente en aquello cuyo fin último,
no es él mismo?

Lo pregunto porque yo lo pienso
y debo reconocer
que me suena extraño.

Extraño de una forma viva, sin embargo.

Extraño de una forma llena de sentido.

(Esa es la parte que sí entiendo)

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