jueves, 5 de noviembre de 2015

Hay una ardilla al final.


Hay una ardilla al final.

Antes hay un camino de piedras.

Sobre las piedras musgo.

Y sobre el musgo, tiempo.

Uno de esos árboles que parecen vivos,
está muerto.

El agua de la lluvia no alcanza a mojar
este sector.

Y los hombres pasan sobre las piedras,
hacia algún sitio.

Es cierto.

De hecho,
tú has estado en aquel lugar.

Y has sido piedra del camino.

Y musgo sobre la piedra.

Y la muerte del árbol, incluso,
te ha parecido vida.

Entonces,
recuerdas que una vez te pusieron
un animalito en la mano.

Y sin ver calculaste
que ese bien podría
ser un corazón.

Y el agua cayó entonces
y no mojó el lugar en que tú estabas.

No fue culpa de nadie,
es cierto,
pero dudaste tú, de la lluvia.

Y esa sensación te hizo olvidar
una cosa pequeña
que habías aprendido.

Y es que siempre pasa eso,
con aquello que aprendimos.

Ser piedra, por ejemplo.

Ser musgo.

O saber, por ejemplo,
lo que era un corazón.

Con el tiempo, sin embargo,
volverá la gente a cruzar
ese camino.

Y el musgo se saldrá de las piedras.

Y no percibiremos, por momentos,
el tiempo.

Las voces no hablarán directo, me refiero.

Y hasta los que podíamos decir algo
preferiremos entreabrir la puerta,
pero guardar silencio, finalmente.

Y claro, por la puerta entreabierta
se acercará hasta ti una figura pequeña.

Aquí está la ardilla, por cierto.

Y el final.

1 comentario:

  1. Y claro, por la puerta entreabierta
    se acercará hasta ti una figura pequeña.

    Aquí está la ardilla, por cierto.

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