viernes, 17 de abril de 2015

Encuentro y desencuentro con la serpiente.


La serpiente descendió por el árbol y se situó sobre una rama, justo frente a mí.

Entonces abrió la boca, como para hablar, pero no dijo nada.

Yo esperé.

O sea, me hice el desentendido, pero esperé, mirándola de reojo.

Como pasaba el tiempo y no ofrecía nada, tuve que apurarla.

-¿No hay nada que ofrecer? – le pregunté.

La serpiente seguía haciéndose la interesante, enroscándose en la rama.

-¿Alguna fruta…? ¿Algún conocimiento especial…? –insistí.

La serpiente seguía en silencio.

Entonces el reptil comenzó a mirar en distintas direcciones, como dándome a entender algo.

Primero miró un sector de tierra, muy reseco.

Luego dirigió la vista a otro árbol, que estaba a un costado.

Por último, observó durante un rato su propia cola.

Tras esto, intenté descifrar su mensaje.

Analicé largamente las situaciones.

Tras varios minutos, sin embargo, no lograba comprender significado alguno.

La serpiente, en tanto, seguía obstinada en su silencio.

Fue entonces que, aun analizando la situación, me quedé dormido, apoyado junto al árbol.

Cuando desperté me di cuenta que la serpiente ya no estaba.

Así, algo nervioso, la busqué por el lugar, aunque sin resultado.

Me subí incluso al árbol para ver si la encontraba, pero tampoco estaba ahí.

En cambio, ya sobre algunas ramas, encontré una fruta, en aquel árbol.

La mordí.

Esperé un momento y no sucedió nada.

Tal vez todavía estaba verde, me dije.

Ya bajo el árbol, de regreso a casa, me fijé en un hombre que, de rodillas, le hablaba a Dios.

Dios, sin embargo, tampoco contestaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales