domingo, 5 de abril de 2015

Debe estar en alguna parte.


Como soy un poco un caos, desde pequeño, suelo ir extraviando cosas a medida que avanza el día. Libros, llaves, documentos, lo que sea… Por lo mismo, quienes están cerca mío suelen aburrirse de mis constantes extravíos y solicitudes de ayuda. Así, más allá de que, por lo general, suelen ayudarme y aguantar mi condición, de vez en cuando surge una frase que extrañamente me calma, cuando más desesperado me encuentro buscando algo:

“Tranquilo, hueón… Debe estar en alguna parte.”

Así, suele ocurrir que apenas escucho eso de “debe estar en alguna parte”, algo en mí se alegra… como si ya no fuese realmente culpable de una pérdida, sino simplemente de una situación pasajera, donde la cosa extraviada está ejerciendo un poco de libertad, nada más, lejos de mi vista… en alguna parte.

Por otro lado, pienso, esa es una frase que siempre me ha tranquilizado en todo ámbito de cosas. Incluso en aquellas que podríamos llamar “metafísicas”. De esta forma Dios, la felicidad, la justicia –y en el fondo cualquier sustantivo abstracto por el que quiera usted preguntar-, deben estar –me digo-, en alguna parte.

A lo anterior, puede sumársele incluso lo que –también dentro del orden metafísico-, existe dentro de nosotros. Un recuerdo, una sensación que no tenemos hace tiempo… una chispa que nos hizo reír hace años… todo eso –reitero-, debe estar en alguna parte.

Por último, también deben de estar en alguna parte aquellas cosas posibles, o aquellas que ni siquiera alcanzaron a ser: las fotos que no he sacado, mi novela perdida y aquellas no escritas, las conversaciones que quedaron a medio terminar… estoy seguro que todo aquello debe de existir en algún lugar… de alguna forma…

Ya vendrá el tiempo, sin embargo, para que luego de esa calma uno sepa ir hacia esa región y hacerse cargo de aquello que ejerció su libertad en algún lugar, lejos de nosotros… pues de otra forma esa calma no sería ya más paz, sino simplemente aletargamiento…. Y pereza.

Y es que nunca se sabe, finalmente, en que momento la alegría nos torna tibios, y hasta las creencias que tuvimos parecen de pronto alejarse lo suficiente como para olvidarnos de nuestras propias tareas…

¿Qué…? ¿Los fósforos para quemar el mundo?

No sé… ya sabes… Acuérdate del título.

2 comentarios:

  1. Cuando era niña se me perdían los paraguas. Perdí uno rosado en una micro. No sé, me bajé y ya no lo tenía. Pero bueno, debe estar en alguna parte...
    Saludos Vian

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales