jueves, 9 de abril de 2015

Dormida.

“Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría,
hiciera lo que hiciese. Está profundamente dormida
y no se da cuenta de nada”.
Y. K.


I.

Es cierto.

Está dormida y no se da cuenta de nada.

Y claro… yo espero junto a ella.

No espero a que despierte, sin embargo.

Yo espero más bien que se dé cuenta.


II.

Hay piedras sobre el mueble, extrañamente ordenadas.

Y su orden se me escapa y luego de eso el sentido.

Y ella llega entonces como un conjunto de piedras.

Y yo la arrojo piedra a piedra hacia el fondo del río.


III.

Nadie ha visto nunca el fondo del río.

Y es que la gente ha desistido de abrir los ojos bajo el agua.

Dicen que hacerlo es recibir daño gratuito
y no comprender nada.

Tampoco en el sueño conviene abrir los ojos.


IV.

Es cierto.

Está dormida y no se da cuenta de nada.

Ni siquiera sabe que envejece, mientras duerme.

Y es que el tiempo pasa sobre ella
como si la cubriese un río.

No se trata de otras cosas, finalmente.

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