miércoles, 31 de marzo de 2010

En un país inventado.

Me mintieron, me llevaron a un país inventado..., dice el personaje de Jemmy Button, hacia el final de una obra de teatro que acabo de ver. Y es que vengo llegando de una puesta en escena interesante que se presenta en el Teatro de la Universidad Católica donde se muestra, de forma un tanto simplificada, la historia de este yagán "rescatado" por marinos ingleses quienes intentan civilizarlo, y llegan incluso a conseguirle una audiencia con los reyes de Inglaterra de ese entonces (Guillermo IV, me parece).
Más allá de extrañar una profundización en el personaje del Capitán Fitz Roy, (cuyos diarios y cartas, algo difíciles de encontrar, resultan asombrosas), o de lamentar que apenas se mencionen las circunstancias de su muerte y ni siquiera se refieran a la del anterior capitán del Beagle... más allá de la caricaturización de Darwin y algunas alteraciones en la historia, esta obra tiene una puesta en escena interesante, decía, principalmente por la utilización de la música y la ejecución de ésta por parte de los mismos actores quienes en escena, no sólo como aporte musical, van y vienen con los instrumentos de un lado a otro, transformándose éstos también en parte de la escenografía y sólo falta que salgan con los actores al final a recibir los aplausos, pues son sin duda, protagonistas de esta representación.
Pero entrar a criticar o desarrollar a fondo alguna idea respecto a la obra no es aquí mi intención. Además que no tengo tiempo y mi cabeza anda por varios lados.
Un lado que no se aleja mucho de esto es acordarme de Robinson Crusoe, pero no del personaje de Defoe que todos conocemos en su primera estadía en la isla hasta ser rescatado, sino en el segundo Crusoe, cuando luego de volver a la civilización decide volver a la isla, pero ya nada es igual por supuesto. También en el caso de Jemmy Button, éste es devuelto a su pueblo, "civilizado" ya y con el deber de entregar y difundir, la civilización entre los suyos. Cosa que por supuesto fracasa.
Recuerdo entonces al personaje encorvado de Jemmy Button, en la obra teatral, su corte de pelo, sus lecciones, y recuerdo el colegio en que trabajo, los uniformes, las comunicaciones por el largo del pelo, y también, en definitiva, la civilidad que hemos decidido inculcarles. O que hemos aceptado y otros han decidido por nosotros.
La función a la que asistí hoy, de hecho, era sólo para profesores, pero dudo que muchos nos hayamos cuestionado realmente a partir de este concepto.
Después de todo, nosotros ya hemos sido civilizados, hemos aprendido normas y conductas correctas. Podemos enumerarlas, cuestionarlas, clasificarlas... En fin, podemos reconocernos en ellas.
Sin embargo, supongo que esa civilización, ha de quitarle espacio a algo, ha de dejar fuera parte de nosotros. Y eso es lo que me preocupa. Algo se debe ir perdiendo y desgastando en ese proceso y ese algo es hoy día algo desconocido. Es cierto, podemos intentra rescatar algunos aspectos (¿podemos?) pensemos que podemos, al menos. ¿Pero qué veremos entonces? ¿Cuál será ese país inventado? ¿Qué cosas somos capaces de poner en duda? ¿Pondremos en duda a nuestros padres, o a la racionalidad de nuestras parejas o a las necesidades de nuestros hijos, que nos obligan, nos decimos, a mantenernos alineados...?
O peor aún, qué hay del país que me he inventado yo mismo, cuál es el mundo que he inventado y en el cuál mi existencia se justifica y es útil y tiene un sentido. ¿Cuánto de real tiene aquel país?
¿Estoy realmente dispuesto a cuestionarlo?
Pero la verdad es que hoy quiero dormir un poco. Prácticamente no he podido estas dos últimas noches y veo venir otra noche parecida. Mientras tecleo juego a que me olvido de alguien o que algo me afecta menos o lo que sea, y quizá sea esta la forma de inventarme mi propio país o de civilizar mis afectos, porque el dolor es absurdo cuando debo preparar y revisar pruebas, o... bueno, dejémoslo en que es absurdo. Pero sin dormir se me va un poco la claridad y no quiero confundirme (como le está pasando a Chile justo ahora en un partido pésimo con Venezuela...)
Y tampoco quiero escribir esto por cualquier razón, o por compromiso. Recuerdo que era para buscar certezas y no llenarme de dudas, el que comencé a escribir esto, y espero no torcer el camino.
Mejor regreso a La soledad de los números primos, para devolver mañana ese libro. (No, no es de mi biblioteca, ni pertenece a su orden que ya ha empezado a quedar fuera de esto).
Y sí, hay días algo planos, donde cuesta sacar cosas en limpio, o lo que sacas en limpio es también un estancamiento. Justamente eso:
Como un empate 0 a 0.
Sin goles y sin gracia.
Y en un país inventado.
Y justo escucho que se cumplen los 90 minutos y comienzan los descuentos. Y yo al menos voy a tratar de sacarle algo de provecho a los míos.

1 comentario:

  1. En el colegio en el que estudian mis hijos, me mandarían una comunicación porque tienen el pelo muy corto, porque son muy rígidos o "demasiado civilizados"...

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