miércoles, 24 de marzo de 2010

Revoltijo sobre Mishima + promesa de un texto viejo

Hoy me atreví a tomar el libro La corrupción de un ángel, de Mishima. Es el último de la tetralogía del mar de la fertilidad, y es el libro que terminó y fue a entregar al editor, durante la mañana del día en que terminó dándose muerte.
Como cuesta pillar a Mishima en español, quizá no leí lo que más me impactó en un primer momento, comencé con El pabellón de oro, creo que seguí con Confesiones de una máscara, Música, la correspondencia con Kawabata,y algunos libros "menores" (el rumor del oleaje, sed de amor... aunque estos en verdad los leí hace poco) Debo reconocer que me emocionaron y encontré muy perfectas algunas piezas nô, de las pocas que se encuentran publicadas en español, y que me sorprendió al leer que estaban tomadas del tomo treinta y tanto de la obra completa de Mishima en francés (sobre todo pensando en la temprana edad en que se dio muerte). Pero no fue hasta Nieve de primavera, que realmente Mishima me impactó, entendí realmente la fuerza de su escritura, y la perfección que podía alcanzar ésta. Y quizá pude ver también en él, parte de aquello en que realmente creía y el proceso de nacimiento y declive, de esta fe.
Este año logré conseguir los otros tres libros de la tetralogía, y había guardado este último, quizá por temor a lo que en él pudiese encontrar.
Y es como si uno pudiese seguir a través de ellos todo el proceso de Mishima, el creer y el dejar de creer, el ir perdiendo, o cambiando al menos, el tipo de sensibilidad que en ellos expresaba. A entender como una persona sale de sí misma y se transforma, y como se deja de creer en los otros, y por supuesto en uno mismo.
Por eso tenía miedo de tomar este libro. Más en estos momentos que no me están siendo fáciles. Y es que este es un momento en que, peor aún, pienso, todo pudo haber tenido, para mí (y para un nosotros que no logro asimilar que ya no existe) una salida más fácil y alegre. Y hasta hermosa, quizá. Cuando veo, tarde, que muchas cosas que creí problemas se han desvanecido, y nunca existieron realmente, logro ver también un dolor real que ha quedado detrás y una esperanza que debe arrancarse, porque no existe diferencia alguna, entre aquella esperanza y el dolor que siento adentro. Y que no sé por que razón, me desgarra de esta forma.
Alguna vez di una mini "conferencia" sobre algunos autores, entre los que hablaba de Mishima, y les mostraba a mis alumnos fotos de Mishima con sus ojos de niño, y de joven, y les enseñaba luego el tipo duro e inquebrantable que terminó siendo. Si hasta musculoso salía en aquellas últimas fotos preocupándose de que la fuerza lo cubriese entero, como si fuese aquella alguna forma verdadera de superar el dolor y la incomprensión de los otros, y no una simple costra o coraza o lo que fuera.
No creo en esa belleza en base de la fuerza. Ni en esa pureza en base a una dirección impuesta, y que no se pone en duda. Creo en la debilidad y es por eso que hoy decido no cerrarme ni protegerme, ante lo pequeño que me ocurre. Y elijo de alguna forma el dolor, -aunque ya no me interesa el drama y el espectáculo asociado a éste-, porque la otra opción es no ser yo, y dejar de lado todo aquello que son también mis pilares y mis creencias.
Hay miles de cosas hermosas en los libros de Mishima, y obviamente en muchos otros (me acordaba ahora del Marino que perdió la gracia del mar, que se me pasó nombrarlo... de hecho veo que no está en la biblioteca) pero tambíén había, en Mishima, muchas contradicciones y temores, y búsquedas extrañas, como lo que ocurre en El templo del Alba, donde el libro se convierte en una exposición de doctrinas y búsquedas de sentido tras poner en duda aquello que debían hacer los propios personajes.
Entonces me acuerdo que hay un viejo escrito, uno que a veces trabajé con algunos cursos y que hablaba sobre esta debilidad, un texto sencillo sin mayor pretensión que contar algo, un secreto y que se los dejo a continuación, aunque canse, sólo porque quizá el yo que lo escribió estuvo un poquito más claro en ese momento:

1 comentario:

  1. Creí que llegar a ser uno, siendo dos, era imposible. Cuando dejamos de ser dos, nos desgarramos para volver a ser uno. Presumo entonces, ingenuamente, que tal vez tu secreto se parezca al mío, aunque no tenga idea de quién es Mishima

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