sábado, 26 de agosto de 2017

Una pierna más corta que la otra.


Cuando pequeño no podía evitar mirar a un vecino que cojeaba al caminar. Vivía a unas cuantas casas de la nuestra y recuerdo que tenía una hija que era colorina, igual que su mujer. Cuando regresaba a su casa, luego del trabajo, yo lo miraba por la ventana, con mucha atención. Una vez mi madre me retó por hacerlo y luego me dijo que ese hombre había nacido con una pierna más corta que la otra. Esa observación sin embargo, no hizo sino aumentar mi curiosidad. Primero, por saber cuál pierna era la más corta. Luego, por poner en duda la naturaleza de esa afirmación. Me refiero a que comencé a cuestionarme si había forma de saber si nació con una pierna más corta o una más larga. Pero claro, no podía andar preguntando eso a nadie así que cada vez que lo veía comenzaba a darle vueltas a ese asunto... Un día que hablé con su hija recuerdo que se lo pregunté. Ella tenía un año menos que yo, según recuerdo. ¿Cuál es la pierna de tu papá que tiene el tamaño correcto?, debo haber preguntado. Ella no se molestó con mis palabras, pero tampoco pareció entender a qué me refería, así que le expliqué mis dudas. No tengo muy claro el contenido de esa conversación, pero sí me acuerdo claramente que luego de ella comencé a preguntarme por mis propias proporciones… ¿y si yo había nacido con las dos piernas más cortas? ¿o con las dos piernas más largas? ¿Había acaso forma de saberlo…? Recuerdo haberme obsesionado largo tiempo con ese asunto. Meses después, -cerca de un año, probablemente-, mi vecino y su familia se fueron del barrio. Una noche cualquiera. Sin previo aviso y sin despedirse de nadie. Simplemente se fueron. Ocurrió entonces que, al dejar de verlos, fui dejando de lado mis preguntas, hasta olvidarlas casi por completo. Hasta el día de hoy, sin embargo, nunca he encontrado respuestas para ninguna de ellas. Esa es, en parte, la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales