lunes, 28 de agosto de 2017

Ampolletas.


I.

Hace años me enseñaron un truco:
poder hacer entrar una moneda
u otro objeto pequeño
al interior de una ampolleta.

Y claro: se trataba sin duda un buen truco.

De hecho, destaqué con él en reuniones familiares
o llamando la atención de alguna chica
o entre los amigos del colegio.

Lamentablemente, pienso ahora,
dejé pasar el tiempo
y no aprendí en realidad
ningún otro truco.

Ni siquiera aprendí, por ejemplo,
el de sacar el objeto pequeño
que hubiese metido poco antes
al interior de una ampolleta.


II.

Liberando los objetos tuve pequeños accidentes.

Cortes en las manos.

Golpes de corriente.

Altercados con aquellos a quienes dañé algún objeto.

 Pequeños accidentes, decía, que me llevaron a no repetir
aquel truco, por un largo período de tiempo.


III.

Han pasado años,
pero el nerviosismo sigue estando aquí,
como desde el primer día.

Como si no hacer el truco
fuese en realidad hacer el truco
y uno necesitara, desde entonces,
protección.

Y es que voy entonces
a intentar
terminar el día
sin alejar nada de la vista.

Y claro, van pasando de esta forma
las horas,
y hasta los días.

En este sentido todo parece seguir
un itinerario establecido.

Hablo con unos amigos.

Digo en voz alta nombres
que resultan amargos.

Cuando apago la luz,
al final de todo esto,
dentro de cada ampolleta
se enciende una luz oscura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales