I.
No hay duda.
Todo es, a fin de cuentas, una revelación progresiva.
Trato de recordarlo de vez en cuando, porque lo olvido y no está bien.
Así, para no olvidarlo, pensé en escribirlo en un lugar visible, al despertar.
Luego, sin embargo, pensé que hacerlo sería una especie de contrasentido.
No explicaré por qué.
II.
No hay mentiras, me digo, solo etapas en que la verdad se muestra distinta.
Momentos en que las revelaciones antiguas quedan obsoletas y hasta de cierta forma, parecen contradecirse.
De ahí viene la confusión.
Cuando me sentía mal, aclaro, esto es lo que me decía.
Y lo que aún me digo, de vez en cuando, aunque ya no tiene el mismo éxito.
III.
No hay duda.
Todo es parte de una revelación progresiva, pero eso no siempre es algo reconfortante.
Esto no será cierto, por ejemplo.
Nada de esto, me refiero.
Todo formará parte de una etapa que creímos cierta y luego parecerá desdecirse.
Actos, creencias, palabras… las emociones incluso.
Todo perderá su valor.
Nos dirán que fue necesario y que en realidad su valor se ha transmutado, pero no sé si será suficiente.
Después de todo, lo importante es que no ofrecerá ya soporte alguno.
Y viviremos, tal vez, el nuevo presente con desconfianza.
IV.
No sé.
En realidad no sé.
A veces es necesario apoyarse en algo que no sea verdad únicamente en el presente.
Suena mal decirlo, probablemente, pero es así.
Las piedras, que olvidaron lo que fueron, carecen ya de voluntad.
Quién sabe (salvo ellas), lo que les fue revelado.
No indago más allá.
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