I.
Las abuelas antiguas tenían todas colgadas en su cuarto la misma cruz.
Tal vez en el fondo, pienso yo, eran la misma abuela.
La única abuela, entonces, y con una misma cruz.
Una de madera, en mi caso, con unas cadenas de metal reemplazando al Cristo.
II.
Algunos discuten y me dicen que no es cierto.
Que no es verdad que haya sido siempre la misma cruz.
Por lo mismo, me veo obligado a aclarar:
Pueden haber existido variaciones, pero en el fondo siguen siendo la misma cruz.
Y la misma abuela, por ende, según mi teoría.
III.
Es extraño, pero solo me discuten de la cruz y no me discuten de la abuela.
Por ejemplo, hablan del material de la cruz, del lugar donde colgaba y hasta del tamaño que tenía.
De la abuela, en cambio, poco hablan.
Como si las supuestas diferencias en la cruz demostrasen las supuestas diferencias entre las abuelas.
Mi teoría es más firme, les digo.
No estoy jugando.
IV.
Ellos insisten.
Me acusan justamente de jugar, luego que lo he negado.
Juegas con las palabras, me dicen, e intentas confundir para que parezca que dices algo.
Yo lo niego, por supuesto, y luego les explico.
Lo que he dicho es cierto, les digo.
Una misma cruz, una misma abuela y a veces un espejo.
Ese es el principio y será también el fin de todo.
Pueden creerlo.
Una única abuela, colgada en cada cuarto, como una cruz.
Eso es lo que les digo.
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