Bolsas al pie de la escalera.
Al menos cinco.
Bolsas plásticas, por cierto.
Irregulares todas, tanto en tamaño, como en carga.
Unas cuantas personas las observan.
Si tuvieran basura probablemente estuvieran anudadas, dice alguien.
Los otros asienten.
Luego, como si fuese parte de su tarea, también comentan algo.
Cuando paso por ahí me preguntan si son mías y yo digo que no.
Ellos se extrañan pues nadie sabe de quién son.
Eso me cuentan, al menos.
Poco después, me entero que hay varias teorías, pero ninguna me parece muy probable.
Incluso hay uno que asegura que, dentro de la más grande, vio moverse algo.
De paso, me preguntan si percibo en ellas algún olor especial.
Yo me acerco a olerlas, pero me detienen.
Puede ser peligroso, me dicen.
Yo asiento, y retrocedo unos pasos.
Entonces acuerdan que uno de nosotros debe llamar a alguien para que venga a ver.
Algunos proponen que llamemos a bomberos, otros a investigaciones o incluso a la policía.
No recuerdo qué deciden, pero escucho a uno hablando por teléfono.
Son cinco bolsas al pie de la escalera, oigo decir.
No tienen buena apariencia.
Mientras habla, como la situación me parece absurda, decido irme del lugar.
Ellos me miran, molestos.
Son cinco personas, observo, junto a cinco bolsas irregulares.
Mis vecinos.
Nadie sabe qué es lo que tienen dentro.
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