domingo, 6 de abril de 2025

Alguien lo dijo.


“No habita el corazón, sino la boca”
Chretien de Troyes


Alguien lo dijo.

No yo.

Fuera de mí, alguien lo dijo.

La boca de alguien, lo nombró.

Y claro, entonces yo lo reproduje y hasta intenté enseñarlo.

Eso hago, ciertamente, porque soy profe.

O no sé si soy profe, pero al menos trabajo de eso.

Y no soy, claro está, ninguna otra cosa.

Siempre ocurre así, además.

Y se evidencia todavía más, cuando lo digo.

Así y todo, cuando ocurre, me resulta extraño.

Extraño y hasta cierto punto incompleto.

Es así:

Cruzar el puente de lo que soy siempre me deja al mismo lado.

Al mismo costado de mí mismo, me refiero.

Y claro, yo entonces ordeno lo que ocurre como si fuese una lección.

Y reescribo lo que entiendo (y lo que no), para transmitirlo a quien me escuche.

El puente de lo que creo que soy, digo entonces.

Y me corrijo.

Digo eso, por cierto, y luego observo la sala para ver si alguien ha escuchado.

Pero no.

Casi todo está vacío.

Dos alumnos, apenas, allá atrás.

Ni siquiera se ven sanos.

Probablemente un par de esquizofrénicos, me digo.

Creen que no los distingo.

Deben pensar que la sala está llena.

Nadie observa.

Yo escucho.

Alguien lo dijo, claro, pero no sabría decir quién.

Y no importa.

Sus palabras, después de todo, solo se forman en la boca.

Habitan ahí, digamos, y se asoman solo a saludar.

También a un lado del puente, como uno.

Todas siempre en un único lado.

Así es, ciertamente.

Hago una pausa.

Respiro hondo.

Hoy no hay lección, digo entonces.

Poco después, me arrepiento:

La lección de hoy es que no hay lección, corrijo.

Luego callo.

Y es que al principio y al final, como dicen, siempre está el silencio.

Alguien que calla; alguien que dice; alguien que calla.

Otra lección perdida, como ven.

Pero otra lección, al fin y al cabo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales