sábado, 13 de abril de 2024

La foto sobre el elefante.


Cobraban diez dólares por la foto sobre el elefante.

Cincuenta si te daban un pequeño paseo y te agregaban cuatro fotos más.

En principio ella no quería, pero luego él la convenció de que sería un bonito recuerdo.

Además, como había poca gente, les habían ofrecido que podían subirse los dos, por el mismo precio.

El paseo fue muy breve (no más de cincuenta metros), pero las fotos estuvieron bien pues pudieron posar en medio de unos árboles y al lado de un estero por lo que parecían que hubiesen recorrido un gran tramo.

El elefante -al que llamaban Ismael-, incluso salía en una de las fotos levantando la trompa, y en todas parecía ser mucho más fuerte y salvaje de lo que realmente era.

Compraron un cuadro en el que eligieron poner justamente aquella foto, y lo dejaron en el pasillo, junto a las imágenes de otros viajes.

Años después, cuando ellos se separaron y abandonaron aquella casa (cada uno en una dirección distinta, por supuesto), ella se encontró de pronto frente a la foto sobre el elefante, dudando si llevársela o dejarla ahí, para que él se la llevase.

Así, mientras la observaba, notó por primera vez que el elefante miraba directamente hacia la cámara, directamente a los ojos de ella.

Pasó entonces uno de sus dedos sobre la imagen del animal, como si lo acariciase.

Fue un gesto tierno, por supuesto, y hasta algo triste.

Ni ella misma sabía, ciertamente, que era capaz de aquello.

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