viernes, 7 de octubre de 2016

Una mosca.


Una mosca.

Vuela en torno a esto una mosca.

Nada especial en todo esto.

Nada especial tampoco en esa mosca.

Lo malo es que estoy algo bebido y entonces pienso que la mosca tiene algo que decir.

Como vuela en torno a mí me quiere decir algo; fue mi argumento.

Y claro, trato de prestarle atención y no puedo.

O sea, oigo un zumbido, pero es demasiado bajo.

Por lo mismo, apago aquello que puede provocar ruido.

Cierro las ventanas.

Me concentro lo que más puedo.

Por último, voy llevando a la mosca hasta la habitación más pequeña y cierro la puerta.

Acá puedes hablar tranquila, le digo.

La mosca no responde, pero vuela por la habitación.

Se para sobre un cuaderno que está sobre una mesa.

Luego vuela y se queda por un momento en una pared.

Yo me acerco a ver si dice algo, pero parece asustarse y se aleja hasta una lámpara.

De tanto seguirla me canso y me siento en el suelo, junto a la puerta.

Paso ahí unos minutos hasta que ella se acerca, haciendo un zumbido.

No lo entiendo bien, en principio, pero cuando se para en mi hombro logro escucharla con claridad.

-¿Cuándo vas a escribir en serio? –me pregunta.

Yo no respondo.

-A nadie le importa, pero ibas a hacerlo… -insiste-. Capaz que hasta te mueras antes…

-Escribo en serio… -me excuso.

-En serio es otra cosa… -dice entonces-, otra fuerza, otro dolor, incluso…

Prefiero no responder.

Ella también se calla.

Me duermo entonces, sentado en el suelo.

Cuando despierto, horas después, la mosca está muerta, a un costado.

1 comentario:

  1. Una vez leí en un blog a un tipo que escribía solo variaciones sobre las historias de los peronajes de Carroll. La sección más grande era la que estaba etiquetada como "variaciones del sombrerero loco". Ninguna de las historias eran del sombrerero, o al menos ninguna de las que leí.

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