sábado, 29 de octubre de 2016

¿Cuál fue el último?


¿Me preguntas cuál fue el último? Pues en verdad no sé. Sin pensar iba a decir Foster Wallace, pero algo me frenó. Luego de golpe retrocedí años y llegué a Kazantzakis y hasta a Dosto, más atrás. No es que no hayan otros, pero hay demasiado afecto para verlos en perspectiva. Ishiguro, Vonnegut, la McCullers, Clarice, Yoshimoto... Endo, podría ser. Mishima y Kawabata aunque ya son un tópico. Obe que es más silencioso. Bulgakov. Un libro de Auster. Kafka me lo salto y ya sabes por qué. La O´Connor. Un par de la Wolf. El otro día ordenando volví a recordar a las mujeres. La Nemirovski, Cather, Emily… de verdad son hartas. Pero claro, no sé si decir que una de ellas sea realmente la última. Y es que me cuesta bajo los parámetros que das. Conrad, tal vez, a la distancia. Y es que no puedo pensar bien, si me lo pides. Me refiero a que solo reconozco ámbitos… la genialidad de Vian, el perfil amargo de Onetti… fuerza en tantos otros… Melville podría ser… Murakami no podría, aunque tiene algo… Víctor Hugo… Créeme que lo intenté y hasta hice listas. Un día de estos te las comparto, aunque todas están llenas de borrones. Y es que al final llegué hasta a Homero, o sea a la idea de Homero, ya sabes, al invento… y luego pensé que era absurdo, ¿cómo el primero iba a ser el último…? Así, finalmente me pasee por la biblioteca intentando buscar, recordando, buscando algo, en el fondo… Y ya sabes… tal vez me ayude volver a hablar de eso… retomar, digamos… no me hagas explicar ahora… Dejémoslo así, mientras tanto. No hay último y no hay primero, tal vez. Lo digo de verdad… En ocasiones me asusto pensando que tal vez incluso no haya nada. Pero claro… puedo saber también que el problema está más cerca de lo que parece. Más dentro, si soy honesto. Y es que esperé la tormenta tanto tiempo que al final la calma se volvió tormenta y no la vi. Y claro… hoy en día veo apenas, por supuesto. Ahora bien, ¿me preguntas en serio cuál fue el último…? Pues no sé. Deja ordenarme, mejor… Además en estas cosas nadie tiene respuestas. Nunca, de hecho, he tenido una respuesta. Tengo que empezar de nuevo, pienso entonces. Siempre comenzar… Hasta que de una vez por todas sea el comienzo correcto… Aunque claro, el problema nunca ha sido el comienzo, sino lo que viene después… Ya sabes… Tal vez sea eso lo que haga correcto al comienzo… ¡Cuánta palabra...! Mejor mañana seguimos hablando… nadie nos apura, después de todo. Nadie nos apura, digamos, salvo el corazón.

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