sábado, 22 de febrero de 2025

Al final del grito.


Absurdo, sin duda.

Como el silencio al final del grito.

O como el grito mismo, qué más da.

Lo importante es que es absurdo.

Saberlo, quiero decir…

O más bien, comprender por qué es absurdo.

No desde la lógica, por cierto, sino más bien desde la intuición.

Desde la certeza que se manifiesta en el estómago.

Incuestionable, sin duda.

Absurdo, dirás entonces, con mayor seguridad.

Y lo harás con voz baja, apenas audible.

O derechamente sin voz.

En otras palabras: no habrá necesidad del grito.

La ausencia de sentido será tan evidente que no podrá asombrar.

Lo intentará, pero no logrará hacerlo.

Suena complejo, pero probablemente será simple:

No habrá derecho al asombro.

Solo contemplar el absurdo, estará permitido.

Todo esto, por cierto, no como ley, sino como un hecho.

Y es que no habrá nada más allá.

Nadie ni nada que pueda contrariarte.

¿La muerte acaso?, dirá alguien.

Pero no..

No importa.

Ni siquiera intentes contestar.

No lo hagas porque en el fondo serás tú mismo quien pregunte.

Siempre eres tú, de hecho, quien lo hace.

Y cada pregunta, si te fijas, bien a remedar un poco al grito.

¿La muerte es entonces similar al grito?

No…

Espera.

No lo veas de esa forma.

La muerte es más bien el final del grito.

La comprensión del absurdo al final del grito.

Del único grito, por cierto.

Ese que ni siquiera se detuvo, para respirar.

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