martes, 2 de diciembre de 2025

El ojo y las cosas que ya vio.


Confiamos en lo que fuimos, no en lo que somos.

Confiamos ser eso, quiero decir.

El ojo mismo, por ejemplo, solo recuerda cosas que ya vio.

Mira hacia dentro, en este sentido, tanto como hacia afuera.

Y desconfía más de aquello que lo rodea, que de aquello que ingresó a él, hace mucho.

Es así, aunque ahora tú mismo desconfíes.

Por eso no se oye el pensamiento del ojo.

Porque nadie pregunta por él, quiero decir, y él tampoco pregunta ya por nadie.

Y cuando surge –mínimo-, el deseo de hacerlo, el ojo se muerde la lengua y lo evita.

Y está tranquilo, pues piensa que ha hecho bien.



Confiamos en lo que fuimos, no en lo que somos.

Y confiando, acumulamos lo que fuimos sin desechar nada.

Y lo que fuimos nos llena y no deja espacio para ser algo ahora, o alguien más.

El ojo, por ejemplo, del que te hablaba antes.

No suelta lo que vio y así permanece: reconociendo lo ya visto.

Y no es que se niegue a algo más, pero así se basta.

Con poco se llena, como ves.

Con eso se conforma, el ojo.

Y poco le importa que el mundo sigue cayendo sobre él.

Como cae el agua sobre un vaso desbordado.

lunes, 1 de diciembre de 2025

Mudo, pero hacia dentro.


Y te quedas mudo, me dijo, pero no de la boca para afuera sino hacia adentro. Primero tartamudeas, digamos. Luego haces pausas. Te ves obligado a hacerlas, quiero decir. Internamente, por cierto, ocurre todo esto. O sea, cuando te escuchas internamente suenas así. E incluso cuando piensas todo eso. Es difícil de explicar, pero además es probable que no te crean cuando lo cuentes, porque hacia afuera suenas bien. Suenas rápido, me refiero, como debo estar sonando ahora. Sé que es difícil de creer, pero lo cierto es que eso que oyes ahora mismo no es una voz que salga desde dentro, sino palabras que uno va recogiendo al aire y luego devuelves, sin más. Ordenadas, probablemente, pero palabras que no eran tuyas, en principio, y que has ordenado de modo diferente. Como el eco distorsionado de otras voces que surgieron hace mucho, en un contexto que desconoces. De cuyo origen no sabes nada, quiero decir, y que no es tuyo en modo alguno. Tú refractas solamente todo eso. No lo haces tuyo, sino que pasa por ti. Arrojas agua de vuelta y no sabes bien por qué ni a quién salpicas. Eso hasta que el silencio interno llega a ser total. Una mudez total, como te decía en un inicio. Interna y a la vez total, aunque sigues haciendo ruido. Pero a quién le importa…

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