Einstein está esperando locomoción pública.
Es el único en el paradero, a esta hora de la
mañana.
Está atento al camino, mirando hacia el lugar desde
donde vienen los vehículos.
Se ve tranquilo.
Ya se informó de recorridos, distancias y horarios.
Todo está anotado, de hecho, en una libreta.
Einstein está de pie y de vez en cuando se apoya en
uno de los pilares del paradero.
Son pilares endebles, claro.
Ya se debe haber dado cuenta.
Lleva cruzado un bolso café en cuyo interior está
la libreta de apuntes.
También hay dentro una vieja novela policial, una
botella con agua y una pera algo machucada.
Le gustan las peras, a Einstein, incluso las
machucadas.
No tanto las novelas policiales, pero esa la tenía
a mano y quiso llevar algo ligero.
Pronto pasará la locomoción, parece pensar.
No se desespera pues ya le advirtieron de ciertos
peligros, problemas e inconstancias del transporte público.
Sus vecinos le advirtieron.
Todo está en control, piensa Einstein.
Y es que incluso los atrasos pueden ser regulares y
las inconstancias transformarse en constantes, a partir de su estudio.
Todo está en control, piensa Einstein.
Antes dije que se veía tranquilo.
Y era cierto.
Pero me faltó agregar que de cierta forma se ve
solo.
Y que no cargó la bip.
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