Ella juntó dinero y se fue a Canadá.
Le alcanzó para vivir sin problemas durante seis
meses.
En ese tiempo mejoró su francés
y leyó treinta y seis libros de Simenon.
Salvo uno, todos los libros eran
de la saga de Maigret.
Poco antes que cumpliera el
sexto mes hizo un pequeño viaje con un chico noruego que había conocido.
Durante el viaje, el chico
noruego la invitó a ir con él a Dinamarca, pero ella se negó.
Una mañana, al despertarse en
una hostal, ella se dio cuenta que él se había ido.
Dudó entonces si seguir su
viaje, principalmente porque el dinero se acababa.
Comenzó entonces a buscar
trabajo y encontró dos.
Uno era los fines de semana,
ayudando en la preparación de cumpleaños para niños.
El otro era durante la semana,
haciéndose cargo de una cabina en que la gente se sacaba fotos instantáneas.
Una vez tuvo sexo con un francés
al interior de esa cabina.
El francés se llamaba Ives y
estaba recorriendo Canadá junto a su esposa y sus dos hijos.
Uno de los hijos también se
llamaba Ives.
Durante el tiempo en que trabajó
en esos lugares, ella logró reunir el dinero para hacer un nuevo viaje.
Pero de cierta forma, no quería
irse de Canadá.
Se juntaba de vez en cuando con
algunos conocidos y hasta había hecho alguna amistad, pero no era eso lo que la
retenía.
No se preocupó de analizar qué
era, pero se fue quedando en el lugar.
Poco después conoció a un inmigrante
marroquí y se fue a vivir con él.
A los pocos meses él le propuso
matrimonio y ella aceptó.
Vivieron juntos en Canadá por
cuatro años hasta que ella quedó embarazada.
Entonces, justo cuando cumplió seis meses de embarazo ella tomó sus cosas y se fue sin decirle nada a su
esposo marroquí.
Como no le dijo dónde fue, él no
pudo contármelo y hasta aquí llega la historia.
Como epílogo, puedo decirles que años después él puso un pequeño bar, en
Valparaíso, que se llama Canadá.
Dicen que desde entonces repite esta historia,
con pequeñas variaciones, todas las semanas.
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