lunes, 3 de febrero de 2025

En el sur leyendo a Knausgard.


Estoy en el sur leyendo a Knausgard.

Con poca luz, hacia el final de la tarde, pues no hay luz eléctrica y el sol ya se va.

Ya cerca del final me detengo un poco cuando Kanusgard señala que no hay nadie que no comprenda su propio mundo.

Me detengo porque vislumbro de qué forma esa afirmación puede ser una conclusión a partir de lo que él mismo ha escrito.

Y claro, me detengo también para relacionarla con lo que yo mismo vivo y observo fuera de ese libro.

Está comenzando a hacer frío.

Me pongo un gorro.

Vuelvo al libro de Knausgard.

Leo con dificultad debido a la escasez de luz.

Alguien que entiende poco, explica, un niño por ejemplo, se mueve simplemente en un mundo menos amplio que aquellos que mucho entienden.

Luego agrega que lo de entender mucho, siempre ha estado relacionado con el entendimiento de los límites de la misma comprensión. Es decir, el reconocmineto de que el mundo más allá de esos límites (de todo lo que uno no entiende), no solo existe, sino que además es más grande que el mundo que tenemos dentro.

Hago una pausa.

Dejo el libro a un lado y camino un poco para alejar el frío.

Ya ha oscurecido, por cierto.

Entonces, mientras busco algunas ramas para encender el fuego, pienso que de alguna forma lo dicho por Knausgard da pie para diferenciar el concepto de entendimiento con el de comprensión a partir de la idea de mundo.

Sé que no apuntaba a eso el fragmento, pero me acerca a pensar que si bien entendemos el mundo en sí -el espacio en que existimos, digamos, hasta los bordes que llegamos-; comprender es saber que hay otro fuera de este primer entendimiento.

Es decir, no comprendemos al hacer propio un conocimiento o un entendimiento, sino que comprendemos a partir del reconocimiento de la falta de entendimiento, de aceptar más bien el no acceso al entendimiento de algo que existe más allá.

Y claro, de ahí a entender la comprensión casi como un acto de fe, no hay mucha distancia.

De hecho, podríamos desde ya ir quitándole el "casi".

Termino de pensar esto prácticamente al mismo tiempo que se enciende el fuego.

Me acerco a él para alejar el frío.

Todo está bien, pienso ahora.

Y el espacio que entiendo se llena de sombras.

Sombras amables, aclaro.

Como la voz de Knausgard.

domingo, 2 de febrero de 2025

Monos sin esqueleto.


I.

Ella me dijo que soñó con monos sin esqueleto.

Durante un tiempo, me refiero, de forma reiterada.

Por entonces todavía era una niña y le costaba describir lo que soñaba.

Eran como alfombras de mono, explicaba en ese entonces, pero estaban vivas.

Fue entonces que escuchó a sus padres describir su sueño a otros adultos y uno de ellos lanzó la frase.

Tal vez sueña con monos sin esqueleto, fue lo que dijo aquel adulto.

Y ella sintió que aquella frase describía de forma exacta aquello con lo que soñaba.



II.

A pesar de lo que uno podría imaginar, ella cuenta que no le generaban miedo aquellos sueños.

Ni siquiera la primera vez, según sus palabras, ya que ella veía que los monos estaban vivos.

Cuando le pido que me explique ella señala que se refiere a que esos seres no están agonizando ni sufriendo.

-No es que perdiesen o les arrebataran el esqueleto -me dice-. Eran monos sin esqueleto, nada más. Y aceptaban su nateraleza igual que lo hacemos todos.

-Entiendo -le digo.

Aunque en realidad no sé.



III.

Tras escuchar su historia me quedo pensando en la frase esa de "aceptar la naturaleza". 

No como una opción, me refiero, ni como un camino que tomamos a partir de nuestra voluntad, sino más bien como la forma de existir que viene dada por defecto.

Como si vivir fuese aguantar por un tiempo lo que al final acaba con nosotros.

Aunque ese aguantar, ciertamente, fuese menos malo de como suena.

Eso al menos es lo que diría uno de esos monos sin esqueleto, desde los sueños de esa niña.

Y el tiempo en que aguantamos alcanzara para reír, soñar, sufrir y ser amados.

sábado, 1 de febrero de 2025

En el cajón de los calcetines, una vez encontré un pie.


"Tan pronto como el «discurso presente» «da testimonio»
de la «verdad de esta revelación» (...)
los valores de adecuación o desvelamiento ni siquiera
tienen ya que esperar su verificación o realización
desde el exterior de algún objeto."
J. D.


-En el cajón de los calcetines -me dijo, cambiando de tema-, una vez encontré un pie.

-No me interesa y además no es cierto -le contesté.

Él se quedó en silencio algunos segundos, como buscando una respuesta.

-Sí lo es -dijo, titubeante- Es cierto. De hecho... sí, era este.

Ahora se apuntaba el pie derecho.

Yo lo observé, simplemente, en silencio.

Entonces se sacó el zapato que cubría ese pie y luego comenzó a quitarse el calectín.

-¿Qué haces? -pregunté.

-Te quiero mostrar la evidencia -dijo.

-¿La evidencia de qué?

Ahora no contestó.

En cambio, con tranquilidad terminó de sacarse el calcetín y luego pueso el pie sobre una pequeña mesa que había en el lugar, frente a mí.

-Este es -dijo-. Puedes verlo de cerca si todavía no me crees.

-Un pie no es argumento de nada -lancé-. ¿De qué podría convencerme ese pie?

Mientras decía esto debo reconocer que observé de reojo el pie que me mostraba. No tenía nada especial. No tenía otro tono de piel ni estaba cosido a su tobillo o algo así.

-Ese siempre ha sido tu pie -agregué, despectivo.

-Así es -admitió.

-Y entonces, ¿cómo es que te lo encontraste en un cajón?

-Pues así, simplemente: encontrándolo -respondió-. Fue en el cajón de los calcetines. Podría suponerse que por afinidad con el contenido, pero lo cierto es que solo fue casualidad.

No supe qué decirle. Consideré que era absurdo decir cualquier cosa.

-A veces las cosas pueden ser también otras cosas -dijo, luego de un rato-. A veces un cajón puede ser un peldaño. por ejemplo. Aunque en realidad esto vale para cualquier cosa: una soga, una estalactita, una viga... cualquier cosa, en realidad.

-¿También para un pie? -pregunté.

-No -contestó-. En este caso, al menos, no funciona de esa forma. El pie encontrado sería la excepción.

-¿Y qué hiciste cuando lo encontraste? -le consulté ahora, algo más convencido.

El respiró hondo antes de responder.

-Me sorprendí al verlo, en el cajón, desnudo -dijo, conmovido-. Como si hubiese encontrada la cría de un ser vivo. Un animal extraño llamado a sotenerme...

Siguió así unos minutos. Hablando mayormente de emociones, esta vez.

O eso me pareció, al menos.

Es extraño y algo cursi, pero está bien, pensé, mientras lo escuchaba.

Y dejé de cuestionarlo, desde ese instante.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales