A veces encuentro textos viejos. Pocos encuentro, porque no los busco. Además, no sé bien qué hacer con ellos, cuando los encuentro. Ni siquiera los leo completos. Observo las primeras palabras, y recuerdo. A veces, evito sensaciones.
Esta vez encuentro unos poco de hace más de veinte años. No lo corrijo a pesar que se notan maltrechos. No los toco, digamos, para que ellos no me toquen a mí. Para que no me reclamen algo.
Dejo uno acá:
Yo sé el nombre de esa mujer.
Yo sé el nombre de esa mujer
Sé más menos donde vive
Y sé también que su única hija
Se fue a vivir con su pareja hace casi seis años
La oí gritarla y amenazarla
Dejarle en claro que no podría después volver a casa
Amontonar las cosas de su hija y esparcirlas por el patio
Explicarle desesperadamente que no tenía edad
Y muchas otras cosas que no vienen al caso
Y todas aquellas palabras salían de su boca
Como ruidosos pájaros que huían en todas direcciones
Tanto así que muchos de sus vecinos
Se asomaron por las ventanas
Y escucharon cada uno de sus argumentos
Y lo que oyeron era similar al grito de una mujer
Cuando le arrebatan su único bolso en medio de la noche
Por lo menos
Esa escena no duró mucho a fin de cuentas
Y los vecinos volvieron a su cena antes de que ésta se enfriara
Y algunos de ellos comentaron que lo que le sucedía a esa mujer
Era simplemente el no saber valerse por sí misma
Además de todo aquello
Yo sé donde trabaja esa mujer
Sé por ejemplo que han cambiado su uniforme
Y que hace un tiempo la dejan llevar falda
Y tan solo ese pequeño hecho
Que hace algunos años le habría causado orgullo
Sé que ha sido, para ella,
Una situación incómoda y extraña
Y es que las piernas de esta mujer
Antaño bellas y atractivas
Son como un fruto que se ha dejado perder
Piel que se ha secado sin recibir caricias
Ni besos, ni mordeduras
Y que hoy ella pretende ocultar
Pidiendo la falda más larga de todas
Como si fuese aquella prenda también una mortaja
Y mientras veo a esta mujer
De pie en la entrada de esa tienda
Vigilando a todos aquellos que le parecen sospechosos
Me gusta pensar que de alguna forma la conozco
Y que sé más de ella que cualquiera
De los que entran a esa tienda
Me gusta entonces observar su postura firme
Su cuerpo grueso y sin gracia tratando de imponer respeto
Sus largos turno de casi doce horas
Pienso en su casa sola y descuidada
En el vacío que la espera al llegar a ella cada noche
La imagino preparando su comida
Planchando su traje azul y sus blusas blancas
Y pienso que en casa aún deben quedar ecos
De gritos y de voces y que ellos
Deben dificultar de alguna forma el sueño de esta mujer
Cuando cambia de posición una y otra vez
Su cabeza sobre la almohada
Debe recordar la mujer en esas noches
Sus primeras peleas con su hija
La vez en que cambió turno y la encontró gimiendo
Sujetando con sus manos sus piernas abiertas
Mientras aquel muchacho introducía primero su lengua
Y luego entraba en ella fuerte y repetidas veces
Hasta que los gemidos se hicieron tan fuertes
Que ella pudo entrar sin que nadie la notase
Hasta el baño de su cuarto
Y pudo desabrochar su pantalón
Y bajar su mano y sus dedos hasta una humedad que creía perdida
Y que desde entonces no dejó de frecuentar
Aún en los momentos más extraños
Por lo demás
Sus compañeras de trabajo
No son amigas a las que se pueda contar
Esta clase de intimidades
Ni sus compañeros gente que pudiese ayudarla
De alguna forma a satisfacerlas
Además, resalta, ella ya pasó hace un tiempo los cincuenta
Y aunque muchos le digan que piense en otras cosas
En verdad no tiene ella mucho más en qué pensar
Y luego de sus compras suele ella demorar el paso
Como si en algún momento la vida pudiera alcanzarla desde atrás
Y le entregara algo
Toma, le diría la vida,
Esto parece que es tuyo
Y le entregaría aquella parte que le corresponde
Eso que le arrebataron alguna vez como un bolso
Y qué no puede identificar en verdad con cosa alguna
Tanto espera esta mujer que algo así la sorprenda
Que no ve a los chicos escondidos tras el poste
En un ángulo extraño del pasaje
Habituados a espiar a esta mujer extraña
Aquella vieja sucia que se sienta todas las tardes en la plaza
Y se mete la mano entre las piernas, comentan
La vieja caliente y muy puta
Y tan decente que parece
Y así es como el grupo va haciéndose cada vez más grande
Hasta que deciden zanjar las cosas de una sola vez
Y tiran a suertes sobre quien será el primero
Una vez que entren a escondidas en casa de la vieja
Después de todo, comentan,
Ella está pidiendo eso a gritos
Y aunque los chicos no lo sepan ciertamente
Tienen sus palabras algo de razón
Solo que eso
A lo que ellos se refieren
Puede ser también algunas otras cosas
¿Sabes el nombre de aquella mujer
que le pasó eso terrible en aquella casa?
Me preguntan entonces
Y yo digo que no supe nunca nada de ella
Y sé, de cierta forma, que esto es verdad.