I.
Ella me dijo que soñó con monos sin esqueleto.
Durante un tiempo, me refiero, de forma reiterada.
Por entonces todavía era una niña y le costaba describir lo que soñaba.
Eran como alfombras de mono, explicaba en ese entonces, pero estaban vivas.
Fue entonces que escuchó a sus padres describir su sueño a otros adultos y uno de ellos lanzó la frase.
Tal vez sueña con monos sin esqueleto, fue lo que dijo aquel adulto.
Y ella sintió que aquella frase describía de forma exacta aquello con lo que soñaba.
II.
A pesar de lo que uno podría imaginar, ella cuenta que no le generaban miedo aquellos sueños.
Ni siquiera la primera vez, según sus palabras, ya que ella veía que los monos estaban vivos.
Cuando le pido que me explique ella señala que se refiere a que esos seres no están agonizando ni sufriendo.
-No es que perdiesen o les arrebataran el esqueleto -me dice-. Eran monos sin esqueleto, nada más. Y aceptaban su nateraleza igual que lo hacemos todos.
-Entiendo -le digo.
Aunque en realidad no sé.
III.
Tras escuchar su historia me quedo pensando en la frase esa de "aceptar la naturaleza".
No como una opción, me refiero, ni como un camino que tomamos a partir de nuestra voluntad, sino más bien como la forma de existir que viene dada por defecto.
Como si vivir fuese aguantar por un tiempo lo que al final acaba con nosotros.
Aunque ese aguantar, ciertamente, fuese menos malo de como suena.
Eso al menos es lo que diría uno de esos monos sin esqueleto, desde los sueños de esa niña.
Y el tiempo en que aguantamos alcanzara para reír, soñar, sufrir y ser amados.
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