Pregunté por qué era absurdo.
Mientras se reían de mi ocurrencia pregunté por qué
era absurdo.
Porque no se
puede, me decían entre risas.
Porque hay
que amasarlos antes, señaló otro.
Yo era pequeño, pero no lo suficiente como para evitar
las burlas.
Entonces se acercó la profesora y observó mi
dibujo.
No veo de qué
se ríen, les dijo a los otros, es un
buen dibujo.
Pero es que
él dice es un árbol de pan, explicó uno de los que reían.
La profesora volvió a mirar el dibujo y me miró a
mí.
Recién ahora se daba cuenta que eran panes los que
colgaban de las ramas.
Luego, intentando ayudar, dijo que si bien era
absurdo, en un dibujo todo era posible.
No creo que
sea absurdo, le dije entonces.
Eso es lo que
en realidad dije, intentó explicarse la profesora, en el dibujo por supuesto que no es absurdo… nada es absurdo en un
dibujo.
Yo quería explicar que de todas formas no era
absurdo, pero no sabía bien cómo.
La profesora entonces me devolvió el dibujo y me
dijo que podía pintar los panes y decir que eran naranjas, y ya estaba.
¿Por qué una
naranja no es absurda?, le pregunté entonces.
Como ella me miró sin contestar, completé mi
pregunta.
¿No es raro
que salgan así, desde un árbol, llenas de detalles y hasta con el tamaño justo
para que las tomemos en la mano…?
Ella seguía sin responder.
Un pan es más
simple… es más fácil de hacer qué una naranja, agregué.
Se creó entonces otro pequeño silencio.
Yo no sé
hacer pan, me dijo finalmente ella, ya
ves que no es tan simple.
No se me ocurrió decirle algo más y supongo que
ella tampoco quería alargar la situación.
Además las risas se habían detenido y ya me había
devuelto el dibujo, así que todo estaba bien.
De todas formas, como pensé que se había molestado,
pinté los panes de naranjo y entregué mi dibujo.
Muy bien, dijo ella al recibirlo. Muy bien.
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