I.
La historia nunca está en orden.
Es confusa y nunca tiene un desenlace.
Su comienzo es tan precario que no sostiene ni un
verbo.
Tampoco es edificante y hasta parece mal escrita.
Puede usted prescindir de ella aunque está mal
visto.
De hecho, yo no la recomiendo en lo absoluto.
II.
Siempre hay un alguien en la historia.
Un alguien que busca comprenderse y ser
comprendido.
Un alguien egoísta, en suma.
Un alguien que habla de sí mismo.
Siempre de sí mismo.
E incluso así, el pobre, no sabe de qué habla.
III.
Cambian los nombres y los argumentos.
Cambian el espacio, el tiempo y hasta el tamaño de
la letra.
Cambia todo menos la historia.
Es la misma para todos y bastaría siempre un único
resumen.
Y este cabe, por lo general, en una lápida.
IV.
¿Quiere alguien conocer ese resumen?
Pues aunque no lo quieran, aquí les va.
Lo dejo como historia para incomodar a quien
quiera leerlo.
Puede que incluso, para darme importancia, aparezca (mal)escrito de esta forma:
V.
Envuélvanme eso en carne, dijo Dios.
Y luego todos olvidaron qué era eso, y alabaron la
carne.
Y la carne agradeció a Dios y no entendió.
¿Quién ha permitido este escándalo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario