I.
No sé si esas ropas, pensé, estarán secas para mañana.
Apenas lo pensé, claro, me arrepentí.
Y es que esa es otra de las cosas en que no vale la
pena pensar.
Ya había hecho una lista con esas cosas y esa era, palabra
por palabra, una de las primeras que anoté.
No sé si esas
ropas, había anotado, estarán secas
para mañana.
II.
No quiero hablar, sin embargo, de aquella lista.
No está terminada y supongo que son advertencias
que funcionan solo a nivel personal.
La escribí para recordar que hay pensamientos que
apagan el verdadero conocimiento.
Y en esos pensamientos, por supuesto, no vale la
pena pensar.
III.
Me refiero a que puedo calcular que estarán secas.
O incluso que no lo estarán.
Pero mi tacto es ahora.
Mi piel en contacto con la humedad de la ropa es
ahora.
Y pensar si para mañana estarán secas, entonces,
viene a destruir ese contacto.
IV.
No debiéramos tener ese don.
El don de proyectar, me refiero.
Apostar al futuro, sí, pero no proyectar.
No deducir.
Y es que le quita maravilla al asunto.
V.
Mejor así: despertar e ir a tocar la ropa.
Está la ropa
seca, sentir.
O: está la
ropa mojada.
Que todo sea una sorpresa, me refiero.
Que absolutamente todo nos sorprenda cada mañana:
¿La cama está
vacía?, por ejemplo.
¿Cantan los
pájaros esta mañana?
¿Duele o no
duele, el corazón...?
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