Antes de escribir se debe firmar el pacto de honestidad
total, me dijo.
Eso es lo que siento yo, al menos.
El problema es que firmar ese pacto equivale en
cierta forma a quitarse una máscara.
Y eso, en el fondo, no se puede.
Tú lo sabes.
Bajo la máscara todos somos lo mismo.
Me refiero a que alguien completamente honesto no
podría haber escrito La metamorfosis
o Cien años de soledad.
Nombro libros que te molestan, es cierto, pero vale
para todos.
Y es que no se puede escribir sin máscara.
Lamentablemente no se puede.
Por eso me demoro en escribir.
Por eso mis ejercicios son breves y torpes y
temerosos.
Porque sé que tras la honestidad total tal vez no
haya nada qué decir.
Y el silencio absoluto entonces se revele indiferente
como lo es el universo entero.
Me aterra eso.
Me amarga.
La indiferencia del universo, mudo ante nosotros.
Temo que mi vida se transforme en eso.
Que tras la máscara exista la indiferencia.
La aceptación indiferente de la carne y el tiempo.
Temo mirar el universo sin máscara y no
comprenderlo.
Aceptar su honestidad y no comprenderlo.
Y es que no sabemos qué hacer frente a la
honestidad, me dijo.
Ahora invéntame una voz y sácame de tu cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario