Hay que lavar las cortinas de noche.
Y buscar incluso, si es posible, la noche más
larga.
Irlas soltando de a poco para que el retirarlas sea
una acción rápida.
Casi inmediata.
Un día de semana idealmente.
Sin luna.
Con poco movimiento a media noche.
Dejar todo listo para el lavado y esperar a que
oscurezca.
Entonces, simplemente, sacar rápido las cortinas y
apagar también las luces internas de la casa.
Ideal resulta mover los muebles para despejar el
camino.
Ideal también es que todos quienes viven en la casa
participen de esta acción.
Y es que lo que se protege, además, es la intimidad
de todos.
Eso debe quedar en claro.
Conversarlo incluso previamente para limar
asperezas y asegurar un consenso.
Organizar roles y responsabilidades.
Solo entonces, decía, lavar las cortinas.
Sacarlas y llevarlas rápido hasta la lavadora u
otros lugares de lavado.
Asegurar el proceso.
Verificar el tiempo de cada una de las acciones.
Y claro, no alterarse ante imprevistos.
Después de todo, puede ser que alguien desde el
exterior notara algo.
Eso no depende de nosotros.
Mejor no alterarse.
Además, si todo está bien hecho, no podrá ver mucho.
En cambio, debemos preocuparnos por seguir el plan.
Poner especial atención, ahora, en las acciones de
secado.
Centrífuga, secadores de pelo, planchas… todo es
válido.
Solo debemos estar seguros de no provocar una sobrecarga
eléctrica.
Asegurarse previamente, claro está.
Hacer cálculos.
Así, si todo sale bien, las cortinas estarán
puestas para cuando amanezca.
Todo igual, digamos, pero más limpio.
La luz no llegará directo hasta el corazón de
nuestras cosas.
Y aquello que no debe ser visto, seguirá permaneciendo
de esa forma.
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