Construyeron una casa en un árbol.
Una casa pequeña, claro, para los niños.
Pusieron escalera, instalaron luces y subieron
pequeños muebles.
Pero los niños se aburrieron prontamente y la casa
en el árbol quedó en desuso.
Así, mientras los niños crecían, el árbol también
siguió creciendo y las ramas invadieron la casa.
Más adelante, la casa en el árbol se llenó de
pájaros, que construyeron nidos, en aquel lugar.
Fue entonces que la vi, de casualidad, un día en
que visité a la familia que había construido aquella casa.
Ya no había cómo subir a ella y además la madera
estaba podrida y podía venirse abajo.
Aún así, quise sacar algunas fotos y los convencí
para que me prestasen una escalera, para subir a ese lugar.
Fue entonces que vi los nidos, aunque debo admitir
que al menos la mitad de ellos estaban abandonados.
Saqué fotos, claro, durante algunos días, probando
con distinta luz.
Esto fue hace muchos años, por cierto, cuando
sentía que aquello podía tener sentido.
De hecho, monté una pequeña exposición en la sala
de una biblioteca, con un título un tanto rebuscado.
Nidos abandonados, en una casa abandonada, en un
árbol que no da frutos.
La exposición estuvo dos semanas en el lugar.
Bastante abandonada y sin dar mayores frutos, si
soy sincero.
Luego pasó el tiempo y no volví a sacar fotos.
El árbol, la casa y los nidos permanecen, sin
embargo, en el lugar.
Supongo que la luz sigue pasando por ellos, cada
día.
Y supongo, también, que eso es bueno.
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