“El mundo está libre de culpas.
Dios está libre de culpas.
El hombre está libre de culpas.
¿Pero entonces quién, con justicia,
va a cargar con todo esto?”
O. W.
-Es raro hueón –dijo R.-, pero mientras me chupaba
el pico yo sentía que no tenía nada para darle. Entonces se me fue lo caliente
y me dio hasta pena. No sé. Pena por ella pero sobre todo por mí, porque era yo,
en definitiva el que no tenía nada para darle. Tal vez fue la música del lugar.
La luz. No sé. Fue entonces que boté la lámpara… y la luz no se desparramó como
cuando volteamos las botellas. Pensé que era raro, recuerdo. Y que la luz se
perdía y no iba a ningún sitio si rompías la lámpara… Imagínate la situación:
ella ahí, esforzándose todavía y yo pensando esas hueás, como si fuera filósofo
o poeta o un tipo de esos raros, que deben ser todos impotentes. Me sentía como
otra persona, hueón. Triste y hasta angustiado por no tener nada para darle a
alguien que, no sé… te da algo... Ni siquiera me sentía capaz de dar placer.
Además creía saber que ella no quería placer, en el fondo, así como tampoco
quería plata… o no necesitaba eso verdaderamente…
-¿No te cobró entonces? –lo interrumpió W.
-Me cobró
igual –dijo R.-. Pero ese no era el punto…
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