I.
Caminó hasta la tienda de disfraces.
Observó varios y pidió el de dragón.
¿Cuál de
dragón?, le preguntaron.
Él lo indicó con la mano.
En realidad
es de lagartija, le dijeron.
II.
Lo pidió de igual forma.
Calculó con la vista si le quedaba bien.
Explicó que era para un sobrino que tenía su misma
talla.
Mucha leche y
cereales, les dijo.
Luego lo arrendó por una semana.
III.
Ya en casa, se probó el disfraz frente al espejo.
Intentaba voltearse, para observar cómo se veía la
cola.
Entonces gruñó frente al espejo y movió los brazos, como si
fueran garras.
No parecía convencido.
Luego comió un yogurt, sentado en la cocina, con el disfraz puesto.
IV.
En el negocio de la esquina compró cartulinas.
Luego cortó triángulos de diferentes tamaños.
Se guio por una imagen que descargó en el celular.
Entonces pegó en el traje los triángulos.
En la cola y en la espalda, principalmente.
V.
Hizo bocetos mientras estaba en el trabajo.
Escribió incluso un par de ideas, para no
olvidarlas después.
En el tiempo de almuerzo compró una gran cantidad
de piezas lego.
Como la tienda estaba lejos, regresó tarde al
trabajo.
Su supervisor lo reprendió, largamente, frente a los demás.
VI.
Con las piezas lego y otras cajas comenzó a
construir una ciudad, esa misma tarde.
Apenas durmió aquella noche, y al día siguiente no
fue a trabajar.
En la ciudad hizo una réplica pequeña del lugar
donde trabajaba.
Luego se puso el traje y volvió a gruñir frente al
espejo.
Cuando todo estuvo listo, comenzó a destruir la
ciudad.
VII.
Ya de mañana fue al doctor, y consiguió una
licencia por tres días.
Luego fue hasta la tienda y pagó una multa, pues
contó que perdió el disfraz.
De regreso a casa compró dos tomates y un paquete
de cebollines.
Cocinó, almorzó, recogió los destrozos del día anterior y hasta lloró un poquito.
Se durmió con el disfraz puesto, a media tarde, bajo
la luz del sol.
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