I.
Nunca salió del mundo de las causas.
Le gustaba aquel lugar.
Era seguro y tenía un clima estable.
Tal vez por eso no salió.
Escogió quedarse ahí, digamos.
Respondía a los saludos.
Avanzaba cuando había que avanzar.
Miraba afablemente a todos.
En resumen: su comportamiento fue siempre el
adecuado.
Yo lo conocí en aquel entonces.
En un punto x del mundo de las causas.
Nos juntamos varias veces aunque no logro recordar de
qué hablábamos.
No era un mal tipo.
Aunque claro, eso tampoco lo convierte en uno
bueno.
Equilibraba y cuidaba sus acciones, digamos.
Creo que tenía una planta.
II.
Supe que ingresó al hospital un día de enero.
Y es que su ingreso marcó un antes y un después en
el mundo de las causas.
Los que lo conocíamos fuimos citados para una
evaluación personal.
Preguntas de rutina, mayormente.
Cómo lo conocimos.
Qué hablábamos con él.
Ese tipo de cosas.
A mí me entrevistó una chica de lentes, al menos en
tres ocasiones.
En la última sesión, recuerdo, me recomendó que
tomara más líquido.
Y me dio una tarjeta con un número, para que
llamara, si veía aparecer una grieta.
III.
Tengo entendido que la grieta apareció el mismo día
en la totalidad del mundo de las causas.
Nadie lo decía abiertamente, pero corrían rumores
sobre una colisión con el mundo de los efectos.
Yo trataba de no pensar en el asunto, pero era
inminente que algo estaba cambiando.
Podían sentirse temblores de vez en cuando y en las
noches hasta era posible escuchar voces.
Una vez, en medio de la noche, el que nunca salió
del mundo de las causas se apareció en mi cuarto.
Estaba más delgado y vestía de esas batas que les
ponen a los enfermos.
Entre varias cosas que me dijo recuerdo que repitió
que solo había un mundo.
Lo gritó incluso, mientras se lo llevaban de mi
cuarto.
Yo fingí estar dormido, así que me dejaron así,
como si nada.
Durante las semanas siguientes sellaron las
grietas, aunque solo en la superficie.
Y cesaron poco a poco los rumores sobre la supuesta
colisión de mundos.
Por mi parte, intenté contar la historia varias
veces, pero siempre termino olvidando cosas.
Cada vez que olvido –además-, se me abren unas
pequeñas heridas en las manos.
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