Si le llega luz
vomita. No es algo instantáneo, pero casi. Se siente mal, primero. Luego se
marea y después vomita. No importa el tipo de luz. Si la intensidad es baja,
retarda un poco el efecto, pero de todas formas llega. Se ha hecho varios
exámenes y ha sido visto por varios especialistas. Ninguno ha sabido darle una
respuesta clara. Le ocurre desde que tuvo un accidente, en un lago, donde casi
se ahoga. No le gusta hablar de eso, pero yo estaba con él cuando ocurrió. Se
volteó un bote, aquella vez. No sufrió golpes fuertes, al parecer. Sí
enfriamiento y bastante tiempo de inmersión, nada más. Lo sacaron unos hombres
que se acercaron en kayak y luego nadaron con él hasta una orilla. Como
oscurecía y el lugar estaba algo alejado no lo llevaron finalmente a ningún
otro sitio. Entonces me acerqué por la orilla hasta que di con ellos y agradecí
a los hombres. Luego de comer algo, cambiarse ropa y reponerse un poco lo llevé
hasta la cabaña. Ahí estaba su esposa, a quien le contó todo, como una pequeña
anécdota. Yo tampoco di detalles, por supuesto. Nos quedamos en el lugar dos
días más y volvimos a Santiago. Él se mareaba, por supuesto, aunque no lo
asociábamos a la luz y además no era tan fuerte, según nos decía. De todas
formas, fue al médico al día siguiente y poco a poco sus síntomas empeoraron
hasta lo que ocurre hoy. Se ayuda un poco usando lentes oscuros, pero lo cierto
es que ya ni sale, durante el día. Su esposa me pide que lo acompañe, de vez en
cuando, o que lo lleve hasta algún lugar, para hacerse exámenes. De esa forma
es que he comprobado su mal estado. Lo he visto vomitar en varias ocasiones y
hasta se ha puesto a llorar un par de veces. Lo hace por el dolor físico y
porque perdió su trabajo. Además, teme que su esposa también lo deje. Es muy
probable que así sea, en todo caso, aunque él reconoce que los problemas con
ella venían desde antes. Siempre hay problemas que
vienen desde antes, comento entonces, mientras él sigue con lo suyo. Así se
pasa la noche, sin que me dé cuenta. Lo dejo ya cuando amanece, y comienza a
lamentarse, nuevamente. Debo aclarar, por cierto, que su situación no me apena
en lo más mínimo. Ese es su mal, simplemente, me digo. Nosotros -cada uno de
nosotros-, tenemos el nuestro.
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