Lo leo en el periódico.
Un hombre quería meterse a la cama con su auto.
No meterse a la cama dentro de él, sino acostarse
con él, bajo las mantas, con el auto a un costado.
Era un auto negro, elegante.
Un Audi, creo, pero no recuerdo bien.
Entonces el hombre mandó hacer una cama para poder hacer
lo que quería.
Varios meses se demoraron en diseñar y hacer su
cama.
Y es que el problema no era solo el tamaño de la
cama, sino la resistencia, la densidad del colchón y hasta la forma en que la
ropa de cama debía ser dispuesta, para cubrir eficazmente al hombre y su
vehículo.
Al parecer, sin embargo, todas esas dificultades
fueron subsanadas y se logró así construir la cama.
Antes de usarla, el hombre mandó lavar varias veces el auto y
hasta le compró llantas nuevas, para no ensuciar las sábanas.
Fue entonces que llamó a la prensa y dejó que lo
fotografiaran, acostado junto a su auto.
Luego, respondió preguntas que se enfocaron
principalmente en los aspectos técnicos de la construcción, y los aclaró al
detalle.
Sin embargo, cuando se quiso indagar sobre el
porqué, el hombre señaló que por ningún motivo iba a perder tiempo indagando en
las razones que supuestamente motivaron sus acciones, ya que enunciarlas -según
él-, no era más que llevar a cabo un engaño…
-En ninguna de las razones de los que hacemos -dijo
el hombre-, está el verdadero significado de nuestras acciones. El único
significado verdadero está en el deseo… en la pulsión carente de razón que es
también, de paso, la acción misma…
Por último, le preguntaron si ahora, junto al auto,
podía dormir mejor que antes.
-Hay hombres que solo pueden dormir cuando han
hecho lo que debían hacer -respondió-. Pero yo no soy de esos hombres. Yo
duermo bien si he hecho lo que deseo hacer, simplemente. Y casi siempre lo he
hecho.
Con estas palabras, por cierto, termina la nota que
aparece en el periódico.
Yo, por mi parte, elijo prácticamente las mismas palabras, para cerrar el día.
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