*
Laura cocina mientras observa una mosca. El insecto
está en la puerta del refrigerador, sobre un aviso magnético de reparto de gas a
domicilio. Yo estoy sentado frente a un libro y un cuaderno, tomando unos
apuntes, y observo a Laura, de reojo, cada cierto tiempo. Eso es lo que
hacemos.
*
Laura está cocinando para los dos. Por lo general cocino
yo, pero Laura me pidió ayuda con un ensayo que debe terminar y enviar a una
revista en unas horas. No me manejo en el tema del ensayo, pero de todas formas
intento colaborar un poco. Laura se nota inquieta, como siempre que debe
terminar un texto por encargo. No deja de mirar a la mosca mientras pica una
cebolla. Supongo que está atenta a que el insecto vuele y se pose en la comida.
Eso no le gustaría.
*
Es extraño, pero Laura no llora cuando pica una
cebolla. Yo estoy a distancia y los ojos me pican y derramo algunas lágrimas. Es
extraño lo de Laura y la cebolla. Hasta ahora no me había dado cuenta. Por un
momento pensaba decírselo y bromear hablando de su insensibilidad. Pero tal vez
Laura se moleste y comience a hablar de la mía. Eso no me gustaría.
*
Todavía pensaba lo anterior cuando la mosca voló e
intentó posarse en un trozo de carne que Laura había dejado sobre un plato.
Entonces Laura reacciona y espanta a la mosca con sus manos y trata de
arrinconarla contra una ventana. Por un momento pienso que va a matarla, pero
finalmente abre la ventana y tras varios esfuerzos, logra que la mosca salga de
la casa. Luego cierra la ventana. Eso es lo que ocurre.
*
-¿Qué es lo que miras tanto? -pregunta Laura, sonriendo
a medias, mientras regresa a la cebolla.
-Miro que no lloras -le digo.
-¿Debiera llorar porque se fue la mosca?
-No lo decía por ella.
-¿Por la carne que fue vaca en algún momento?
-Tampoco.
Pensé que la conversación iba a seguir, pero Laura termina
de picar la cebolla, en silencio.
Y claro, yo también me callo, y vuelvo a
concentrarme en el texto.
Eso es lo que dijimos.
*
Almorzamos como media hora después.
Estaba bastante buena, la comida.
Mientras estábamos sentados le di mis apreciaciones
sobre su ensayo y le conté de un par de párrafos que le había agregado, cerca
del final.
-Puedes dejarlos, reescribirlos, o sacarlos
simplemente, pero yo creo que están bien, -le dije.
Ella no me dijo nada y yo tampoco supe qué agregar.
Mientras estábamos así, en silencio, vimos como una
mosca -no sabría decir si era la misma de antes-, se posaba en la mesa, justo
entre nosotros.
Ni el insecto ni nosotros hicimos nada en especial,
en ese instante.
Solo nos miramos.
Entonces pensé que, si la mosca hubiese podido
hablar, me habría dicho que ni ella ni Laura estaban ahí realmente, y que no
era necesario seguir con la farsa.
Pero eso, claro está, no es lo que me dijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario