Perdía la memoria cada tres días.
El primero era siempre un martirio.
Desorientación, angustia… preguntas durante horas…
Debía aprender quién era y escuchar luego sobre su
problema.
Pierdes la
memoria cada tres días, le decían.
Esperamos que
no vuelva a pasar, pero hasta ahora siempre ha sucedido.
Entonces ella pedía aclarar otras cosas:
Desde cuándo ocurría.
Quiénes estaban con ella.
Eran casi siempre las mismas preguntas.
Yo a veces ayudaba a responder.
Aunque la mayoría de las veces, si soy sincero, comenzaba
a verla durante el segundo día.
Estaba un poco más tranquila, los segundos días.
Y casi no había preguntas.
Generalmente la convencía de que fuera al parque.
O que aprovechara el día, más bien.
Algunas veces se negó, diciendo que lo olvidaría de
igual forma.
Otras veces lo aceptó y parecía disfrutar de lo que
hacía.
Ella no me ponía mucha atención y varias veces me
pidió, antes de regresar, probar sabores.
Para ello íbamos a una heladería, que estaba en el
sector.
Yo le recomendaba los sabores que le gustaron
anteriormente, pero ella siempre pedía otros.
Todos fueron alguna vez sus favoritos, salvo el de
pistacho.
Esto lo anotaba siempre el tercer día.
Quería recordar las buenas experiencias, decía.
En eso se pasaba el tercer día, mayormente.
Anotaba sueños, cosas realizadas y hasta nuevos
objetivos, que debía cumplir, si no volvía a olvidar.
Antes de quedarse dormida lloraba un poquito, pero al
menos se dormía con fe.
Nunca anotó mi nombre al tercer día.
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