Como no tenía trabajo y el lugar parecía propicio
el hombre se acercó a la casa y pidió hablar con el mayordomo.
Poco después el mayordomo llegó. Era un hombre
mayor. Bien vestido. Un típico mayordomo, digamos, para no alargar el texto.
-Quisiera ofrecerme para limpiar sus luces -dijo el
hombre, antes incluso de saludar o presentarse como es debido.
El mayordomo lo miro sin entender aún qué quería.
-Me refiero a las luces de la casa -explicó el
hombre-. Creo que lo he dicho mal. He visto los corredores y los pasillos externos llenos de lámparas
colgantes y creo que puedo volverlas más efectivas.
-No necesitamos a nadie -dijo el mayordomo-. Las lámparas
encienden y están bien.
-Puede que no estén mal, señor -agregó el hombre-, pero
siempre es bueno cambiar los focos… sacarlos y limpiarlos, para que la luz siga
limpia…
-Los focos se sacuden todos los meses. Vuelvo a
reiterar que no es necesario.
-Las luces requieran ser tratadas por alguien en
particular -siguió diciendo el hombre-, y de forma más seguido… no es llegar y
sacarlas en cualquier momento… hay una temperatura adecuada para ello, por
ejemplo…
-¿Una temperatura? -preguntó el mayordomo,
interesándose un poco.
-Así es… esperar que los focos se enfríen por un
lado y que la diferencia con la temperatura ambiente no sea demasiada… ya sabe
usted, señor, la luz es más calor que luz… hay que saber manejarla…
-Comprendo y veo que conoce del tema… -lo
interrumpió el mayordomo-, pero no hemos tenido problemas con las luces, y creo
que podemos seguir así…
-Por supuesto -aceptó el hombre-, todos podemos
seguir así… y por eso es que las luces se ensucian… lo importante es limpiar
los focos, para que la luz llegue hasta nosotros con la mínima interferencia
posible… una mala luz puede transformar lo que vemos y confundir nuestras
percepciones… lo mínimo que la realidad requiere es ser vista como es, y no…
-Disculpe que lo interrumpa nuevamente -dijo
entonces el mayordomo-. Creo que ya le dije que no necesitamos a un hombre que
limpie las luces… Y le agradecería que me dejase seguir con mis labores.
-De acuerdo -dijo el hombre-. Pero no limpio las
luces, sino los focos… pero supongo que para usted diferenciar aquello pueda resultar
difícil… Para usted y para todos, por supuesto, no quise ofenderlo. De hecho, esa
es la raíz de un mal más grave de lo que parece…
-Podemos quedarnos con ese mal señor -dijo
finalmente el mayordomo-. Hemos podido vivir con él todo este tiempo. Ya ve que
no se trata de un mal tan maligno…
-No existe mal pequeño, señor -dijo el hombre,
mientras veía alejarse al mayordomo-. Que tenga usted buenas noches.
Nadie le contestó.
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