Una vez soñé que yo era algo similar a Godzila.
No me refiero a algo concreto -a un monstruo
gigante en este caso-, pero supongo que es más fácil explicarlo así.
Y claro, ese algo similar a Godzila salía a la
superficie de algo similar a Tokio.
Entonces, en el sueño ocurría algo similar a lo que
podría ocurrir en una de las películas de Godzila:
El ataque de este mundo que está en la superficie
(Tokio, digamos), y la reacción violenta de ese algo de otras proporciones que
ha aparecido desde la profundidad (Yo-Godzila).
Resulta difícil transmitir las sensaciones que
dominaban el sueño, pero debe haber sido la oportunidad más clara, que
recuerdo, de haber sido yo otra cosa… tener una energía original distinta y la
consciencia de una profundidad cuya existencia parecía amenazada por esta superficie
hecha a una escala ridícula de lo que era, en esencia, mi naturaleza esencial.
Comprendí de esta forma, de una forma clara y
honesta… comprendí por qué Godzila destruía Tokio.
No había opción que no lo hiciera.
Era algo justo, después de todo, desde la
naturaleza profunda que contenía.
Una pulsión que te hacía ir en una sola dirección,
porque no había otra.
No importaba que finalmente ese ser muriera, de eso
no había consciencia, pues lo que se hacía era algo justo, en el sentido que era
consecuencia de quien eras, y de la profundidad del mundo que era una con tu
propia profundidad…
Era necesario, me refiero, dar la vida destruyendo
Tokio.
Llevando la profundidad a la superficie,
revelándola frágil, absurda y equivocada.
Lamento no saber decirlo de otra forma.
Godzila intenta destruir Tokio y luego muere.
La profundidad que contiene sigue existiendo, sin
embargo, bajo la superficie.
Y yo despierto.
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