Lo vi corriendo con una chica al hombro.
Al principio me dio risa, porque lo sabía
inofensivo, pero luego me preocupó un poco.
Fui a buscarlo.
Una hora después lo encontré atrás de un edificio y
lo observé.
Estaba tocando una canción a la chica, que estaba dormida.
Lo hacía con una armónica que daba un sonido
extraño.
Eran instrumentos que él mismo construía.
Cuando terminó me contó que la chica estaba
amarrada a una anciana.
-Unidas por un gancho -me dijo-, por un imperdible.
-Además no sabe lo que quiere -siguió-, y no tiene
idea del mundo.
-¿No sabe cómo es? -pregunté, sentándome en el suelo.
-No sabe para qué es -contestó él, mientras
guardaba la armónica y sacaba de los bolsillos una especie de flautín.
Entonces empezó a tocar.
La chica seguía dormida.
La noche estaba clara.
La melodía era agradable.
Luego de un rato vi aparecer una rata, y me
sobresalté.
Él, en tanto, dejó de tocar.
La rata se fue por donde vino.
Yo me acerqué unos pasos a la chica y la observé.
Se notaba que respiraba tranquila, sin sobresaltos.
No sabía bien qué más hacer.
-Puedes irte, si quieres -dijo él, mientras parecía
armar un pequeño instrumento-, no te preocupes… todo estará bien.
-¿Palabra de honor? -pregunté.
-Palabra de honor húngara -contestó, sonriendo.
Y yo me fui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario