Me desperté de golpe, agitado.
Estaba soñando una serie de cosas, que no se me
antoja recordar y que no vienen al caso.
Como otras veces, sin embargo, sentí que algo había
arrancado del sueño.
Algo que, mientras está ahí, buscando donde situarse,
te produce cierta angustia.
Puedes seguirlo con la mirada, mientras despiertas,
como el vuelo de una mosca.
Y al igual que con la mosca, si logras ver donde se
detiene, puedes intentar deshacerte de aquello.
No necesariamente acabar, con aquello, pero
al menos alejarlo de aquel sitio.
Despejar el lugar, digamos.
Y controlar la angustia, entonces, hasta cierto
punto.
En esta oportunidad, seguí a aquello hasta fuera de
la habitación.
Podía notar su presencia, también inquieta, y a
veces hacía pequeños ruidos, supongo que para ahuyentarme.
Sentí que su tamaño, tal vez, no lo dejaba quedarse
entre mis cosas.
No era pequeño.
No era joven.
No era bueno, pensé.
Tiene una fuerza distinta que otras veces.
Menos miedo.
No le preocupa que escriba sobre él.
Podría incluso, me dije, llegar a mostrarse.
Pasaron horas, así, mientras se acomodaba.
Todavía no llegaba ahí, pero de pronto, supe que
iba a situarse en una bicicleta.
Podría observar esa bicicleta desde mi pieza, por
la ventana.
Pero sabía que, si lo hacía antes de tiempo,
aquello bien podría aparecer detrás de mí, o mostrarse en otro sitio, y no
estoy listo para aquello.
Además, acá tampoco estarás cómodo, le dije.
En la bicicleta, en cambio, puedo llevarte hasta
otro sitio.
Repito esto varias veces.
Ojalá nos hayamos entendido.
Ahora, precisamente, han cesado los ruidos.
O al menos son más suaves.
No escribo más, para no complicar las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario