-¿Y tú qué piensas? -me preguntó de improviso-,
¿dónde es más bella la nuez?
-¿Qué nuez? -pregunté.
Ella acostumbraba a lanzar sus preguntas así, de
improviso, revelando de pronto que estaban fluyendo en ella desde hacía rato
otras ideas, como ríos subterráneos.
-Cualquier nuez -me dijo, como si con eso aclarase
todo-. Incluso puede ser otra cosa similar y no una nuez.
-No entiendo -confesé-. Sabes que cuando comienzas a
hablar así tienes que explicarte…
Ella se tomó unos segundos, para ordenar sus ideas.
-Te preguntaba dónde es más bella la nuez… -dijo un
poco más lento, como si escogiera entre varias cada palabra que decía-. Me
refiero si la encuentras más bella adentro o afuera…
-¿Te refieres a si la encuentro más bella con
cáscara o sin cáscara? -pregunté.
-Sí -dijo ella, aunque no parecía convencida-. Más
o menos eso.
-Pues no sé… -dije, mientras pensaba-. Nunca lo
había pensado en términos de belleza… pero supongo que enteras… con cáscara, me
refiero…
-¿Te gustan las nueces? -me interrumpió-. ¿has
abierto alguna para comértela después?
-No me gustan especialmente… -contesté, moentras
recordaba-. Supongo que he abierto algunas, pero no sé si para comérmelas yo o
para alguna otra cosa…
--Pues yo creo que justamente por eso las
encuentras más bellas de esa forma -señaló, como una conclusión-. En eso estaba
pensando. En superficie y profundidad. En belleza y utilidad. En ese tipo de
cosas.
-Ya… -dije yo, mientras ella pasaba a hacer otra
cosa, y parecía dejar de lado aquello que segundos antes la intrigaba.
Mientras la veía guardar algunas cosas en su bolso,
sin embargo, yo me sentía extraño, con ganas de explicarle que había pensado
que la nuez era más bella desde fuera pues poseía, de esa forma, dos bellezas.
Ella en tanto terminó de guardar sus cosas, miró la
hora y comentó que estaba atrasada.
-¿Nos vemos el martes, cierto? -me preguntó, luego
de despedirse apurada.
-Sí -le dije, sonriendo. Pero sabía que todo era
mentira.
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