I.
-Yo estaba igual que tú hasta que me atendió una
filipina –me dijo.
-¿Qué significa igual a mí? –le pregunté.
-Como tú po, hueón –me respondió-. Tú tendrías que
saber.
Yo lo pensé un rato y no lo supe.
De todas formas no insistí.
II.
-Si quieres te doy el contacto –ofreció.
-No pago por esas cosas –le dije.
No dijo nada, pero me miró extraño.
-O sea no de esa forma –me expliqué.
III.
-La filipina te camina por la espalda –dijo
entonces.
-¿Cómo…? –pregunté.
-Que la filipina te camina por la espalda –repitió-.
Es chiquitita, te acuestas boca abajo y te camina por la espalda… Hace masajes,
hueón… o algo así…
-Entiendo… -dije yo.
IV.
-Es como si uno fuera un camino –me dice-. Y
entonces es como si la filipina fuese a un lugar, caminando sobre uno…
-¿Y qué se siente ser camino? –le pregunto, sin
creer mucho en su impresión.
-Bien po, hueón –me dice-. Se siente bien.
V.
-A veces la filipina cuenta una historia mientras
te camina por la espalda –dice entonces.
-¿Qué historia? –pregunté.
-Distintas historias po, hueón… -me dice-. Místicas
yo creo…
-¿Cómo cuál?
-Como la de un hombre que quiere cambiar un rio de
lugar –contesta-. Y solo tiene un balde roto…
VI.
-Si quieres vamos a verla un día –volvió a decir,
mientras se iba-. Yo estaba igual que tú, hasta que me atendió...
-¿Qué significa igual a mí? –le pregunté otra vez.
-Tú tendrías que saber –repitió.
Ahora yo, sin embargo, había llegado a la
respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario