"Modifique las frases, si quiere,
para que signifiquen algo.
O para que no signifiquen nada.
Como usted prefiera."
P. K. D.
Él trabajaba reparando piezas de cerámica. O más
bien diseñando estas piezas falsamente dañadas. Se trataba de usar una técnica
japonesa que consistía en reparar la cerámica con una pasta a la que se le
solía agregar oro o algún otro metal noble. Es decir, buscando resaltar las
uniones en vez de ocultarlas. Existía una filosofía tras aquello, por supuesto,
pero para él se trataba simplemente de un trabajo. Y no le gustaba mentir sobre
aquello. Por esto, a quien le preguntaba, él le contaba sin reparos que se
trataba de piezas que él mismo había roto, y que había unido luego, preocupándose
de realizar, ante todo, un buen trabajo. Por otro lado, cuando llegaba alguien
que pretendía filosofar sobre aquello, y salían a relucir las palabras huella, historia, transformación
y hasta daño, él era enfático en señalar
que nada de aquello había en sus productos, y que todo se limitaba a una serie
de productos importados, un martillo y las herramientas necesarias para su
unión y posterior pulido. Esa es toda la
historia, decía. No hay huellas, ni
experiencia ni transformación más que la ejercida por el martillo. Y respecto
al daño, continuaba, yo lo considero como
un daño falso… el verdadero daño no se busca… no se hace con el fin de repararlo…
Quienes lo escuchaban no solían discutir. Además el precio era bastante
bajo. Yo nunca le compré, pero era por cuestión de principios. No existe un
daño verdadero y uno falso.
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