Le quedaron largos los pantalones así que mandó a
ajustarlos.
Un poco más de basta en principio aunque al final
también terminó adecuando el ancho de las piernas.
Fue a que le tomasen las medidas y eso hicieron.
Entonces pasaron dos días y se acercó al lugar, para
retirarlos.
Antes de llevarlos, sin embargo, se los volvió a
probar.
No quedaban del todo bien así que el encargado
corroboró las medidas.
Sacó su huincha y comprobó:
Las medidas eran correctas.
A pesar de ello, resultaba evidente que ocurría algo
extraño.
No grave, por supuesto, pero extraño.
Se miró al espejo varias veces para entender qué
era, pero no pudo comprender, a fin de cuentas, qué ocurría.
A pesar de esto, finalmente, pagó el arreglo y se
llevó los pantalones.
Y es que al día siguiente tenía que usarlos.
Debía asistir al matrimonio de un sobrino, no muy
cercano.
Ya vestido, la sensación incómoda volvió a
invadirlo.
De hecho, no se atrevía a salir de casa con esa
ropa.
Tanto dudó que cuando fue a llamar al taxi se dio
cuenta que no llegaría a la hora.
Por lo mismo, desistió de ir, y se quitó la ropa.
Inventaría alguna excusa, por supuesto, pues no podría
explicar, lo de los pantalones.
Tal vez hay
otras medidas, pensó.
Otras cosas
que cambian e incomodan dentro de uno, se dijo.
Sin respuestas claras sacó un libro, para leer.
No acostumbraba a hacer eso.
El libro era tan grande que pensó que tal vez
moriría antes de terminarlo.
Tal vez ese era el punto, después de todo.
Puso música a un volumen bajo y se sentó en un
sillón.
Entonces, simplemente, comenzó a leer.
Más tarde se detuvo.
Eso es todo.
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