I.
-Todo es un rumor hasta que lo conoces –le dije.
-¿Un tumor? –me preguntó.
-No, hueón. Un rumor.
II.
-Perdón –se excusó-. Es que mi bisabuela tiene un tumor. Me enteré hace
poco.
-¿Está viva tu bisabuela? –pregunté.
-Hasta hace unos días sí, al menos -contestó.
-¿Y dónde tiene el tumor, tu bisabuela?
-Lo guarda en el refrigerador, en un pote de comida –me dijo-. Yo casi
me lo como el otro día. Entonces me enteré.
III.
-Le pidió al doctor poder llevárselo –me explica-. Tenía como diez
centímetros de diámetro y hasta le encontraron dientes. El doctor se lo pasó,
pero le prohibió ponerle nombre.
-¿Ponerle nombre a tu abuela…? –pregunté.
-No, hueón… -me contesto-. Ponerle nombre al tumor.
IV.
-¿Y para qué quiere el tumor tu abuela, a todo esto? –le pregunté.
-No sé… lo llevó mucho tiempo, supongo –me contestó-. Se habrá
encariñado.
-O para que dejara de ser un rumor –le digo-. Un tumor también es un
rumor, hasta que alguien lo extirpa.
V.
-¿Y si te mata? –me preguntó entonces-. ¿Si no lo extirpan y te mata?
¿Es un rumor o un tumor?
-Un rumor, por supuesto –afirmé.
-¿Un tumor?
-No, hueón –le aclaré-. Un rumor. Todo es un rumor, hasta que lo conoces.
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