I.
-Usted está cada vez más raro, ¿no le parece?
-¿Yo?
-Sí, usted.
-¿Yo qué?
-Que usted está cada vez más raro.
-¿Le parece?
II.
-¿Y sus bolsillos?
-¿Qué pasa con mis bolsillos?
-¿Están llenos o vacíos?
-¿Llenos o vacío de qué?
-Pues no sé bien…. ¿de cosas….?
-Pues sí… tiene razón… están llenos y vacíos de sus
cosas.
-¿Sus cosas?
-Sí… lleno de esas cosas suyas…. Las que usted decía.
-No… Yo me refería a otras cosas…
-¿Qué cosas?
-Cosas… Ya sabes… Las que faltan en tus bolsillos.
-Entiendo…
III.
-Tal vez ordenar la memoria.
-¿Cómo?
-Que tal vez lo que falte sea ordenar la memoria…
-¿Para qué?
-No sé… para entenderse, tal vez…
-¿No te entiendes?
-No… o sea, no hablo de mí… ya sabes…
-Pues yo creo que siempre se habla de uno mismo.
-¿Eso crees?
-Sí… O sea, no sé… No es algo que pueda
responderse.
IV.
-El otro día me veía al espejo y era raro…
-¿Raro?
-Sí. Raro.
-¿El espejo?
-No. Yo era raro. Era como un conjunto de cosas.
-¿No lo somos?
-No sé… Lo que quiero decir es que en vez de verme
como un rompecabezas armado, me veía como un montón de piezas.
-¿Y?
-Eso… Miraba por ejemplo mi boca.
-¿Tu boca?
-Sí. Mi boca y mi bigote. Pero no la veía como boca
y bigote… la veía más bien como un ojo.
-¿Un ojo?
-Sí… Mi boca era el ojo y el bigote una ceja.
-¿Y los ojos reales…? ¿Qué te parecían?
-No sé bien… yo creo que me parecían manchas… Como
esas que hay en las alas de algunas mariposas, y que son como un engaño…
-¿Lo que yo veo entonces es un engaño?
-Pues no sé…. No creo… Me refiero a que no creo que
pueda contestarse a esa pregunta.
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