I.
Así se come, le dijeron.
Así se reza.
Así se saluda a los mayores.
Entonces él –que era un niño-, creyó que el
problema estaba en la forma.
En el imponer una forma para realizar las acciones,
me refiero.
Pensó, en definitiva, que el problema estaba en el así.
II.
Así se aprende, continuaron.
Así se madura.
Así se toman buenas decisiones.
Y entonces el joven –pues el niño había crecido-, intentó
superar la desconfianza.
De esta forma, le pareció lógico pensar que lo
hacían por su bien.
De hecho, llegó a organizar un plan de trabajo.
Primero, centró su esfuerzo en aprender la forma.
Y luego, asumió sin más los objetivos que estaban
dados.
Aprender.
Madurar.
Tomar buenas decisiones.
Nada parecía malo en todo aquello.
Tal vez estaba en lo correcto.
III.
Así se ama, le dijeron.
Una y otra lo intentaron corregir en este ítem.
Así se ama, le insistían.
Y él amó de esa forma hasta que comprendió algo
cierto:
No había amor en sus acciones.
Y si hubo antes, este se había perdido.
IV.
Así se aprende, recordó.
Así se crece.
Así se vive.
Y tras pensarlo largamente el hombre –porque el
joven no estaba ya en parte alguna-, comprendió esta vez la situación.
El problema no es la forma.
El problema no es el así, concluyó.
El verdadero problema está en el se.
Y miró entonces, rápidamente, a sus espaldas.
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