I.
Supuestamente ella lo vio en una película donde
actuaba Katherine Hepburn.
No es que tuviese mucho de la actriz, pero lo que
ella quería tener era ese aire distinguido que la caracteriza.
No por una razón superficial en todo caso, sino
porque sentía que ese aire distinguido era también una forma de ser verdadera.
Las anteriores por cierto –aunque yo nunca lo
entendí del todo-, eran sus palabras exactas.
II.
Lo que ella vio en la película de la Hepburn era al
personaje interpretado por la actriz, hablando con su pareja.
Dicha conversación se desarrollaba en la cama, con
ambos personajes vestidos con pulcros pijamas, antes de dormir.
Por lo mismo, si bien pude negociar la pulcritud
del pijama, lo que ella quería respecto a las conversaciones se convirtió en el
requisito fundamental para cualquier acercamiento físico que uno quisiese
realizar con ella.
De hecho, alegaba que para ser una verdadera pareja,
debíamos hablar como la Hepburn y su pareja, en la película que ella había visto.
De lo
contrario solo estás perdiendo el tiempo, me decía, y no se trata de un acto de amor, como yo lo entiendo.
III.
La situación, como supondrán, poco a poco comenzó a
volverse insoportable.
Y es que no podíamos forzar ciertas conversaciones
y menos aún si eran entendidas como un requisito para llegar a un acto de otra índole.
Estas últimas también, por cierto, eran palabras de
ella.
Por otro lado, debo reconocer que forzar esas
conversaciones me ayudó a comprender que no teníamos nada en común y la relación
se terminó antes de producir mayores desengaños.
Además –y con esto me gustaría concluir estas
observaciones-, tuve mi primer desencanto con la Hepburn, cuestión que me
afectó más aún que la otra ruptura.
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